Hace unos días la exsecretaria de Economía, Tatiana Clouthier, anunció en una de las conferencias matutinas del presidente Andrés Manuel López Obrador, su renuncia como titular de la dependencia. Fue una noticia que sorprendió a muchos, pero que a todos nos deja interrogantes no sólo por el abandono de la posición, sino por la reacción del mandatario. ¿Qué impresión ha dejado esta situación para el titular del Poder Ejecutivo y para el partido oficialista?

Tras sexenios y sexenios de descontento generalizado, López Obrador enamoró a gran parte del público en México. A algunos lo hizo muchos años antes de las elecciones de 2018; a otros, instantes previos a tales comicios. El resultado fue una ola de apoyo nunca antes vista a un candidato presidencial de izquierda, incluso recibiendo más respaldo que Cuauhtémoc Cárdenas, el líder izquierdista de mayor peso político en las últimas décadas en el país.

El carisma, narrativa y discursos del tabasqueño cautivaron a una población mexicana llena de hartazgo de la política mexicana, pero también inundada de ilusión y esperanza que desbordó quien meses después sería el Presidente del país. Su compañerismo y apertura dirigida a la sociedad, pero especialmente a su partido, también fue clave para la victoria en las urnas del 1 de julio de 2018.

En los primeros meses de la nueva administración presidencial ese compañerismo se respiró con el mandatario, pero poco a poco ese aroma se fue perdiendo. Los actores que López Obrador eligió para su llamada “4T” fueron clave para él y su gobierno, pero no necesariamente para el país y su partido político. A pesar de esta situación, el apoyo del tabasqueño se mantuvo en unos, creciendo al paso del tiempo, y comenzó a flaquear en otros, sobre todo en aquellos disidentes del proyecto lopezobradorista y en otros que ya no le eran redituables.

Uno de los primeros fue Carlos Urzúa, un viejo colaborador de López Obrador, quien tras evidenciar irregularidades en la administración federal, presentó su renuncia y comenzó a ser víctima de reproches, ataques y desestimaciones por parte del Presidente. Sin embargo, del segundo grupo tenemos muchos ejemplos, como Alfonso Romo, Irma Eréndira Sandoval, John Ackerman, Elena Poniatowska, entre otros.

El caso de Clouthier obedece a esta segunda dinámica. Aquella que fuera el brazo derecho de AMLO de cara a las elecciones de 2018 y quien le planchó en mucho sentido el apoyo de la clase media en los comicios, se convirtió en poco menos que un cero a la izquierda una vez que le dejó de ser redituable para el actual régimen. Ni un abrazo de despedida, por agradecimiento, diplomacia o mera cortesía, fue otorgado a la destacada política sinaloense.

Lo ocurrido con Clouthier, su renuncia y el desaire del abrazo, no es banal, como muchos lo han señalado para aminorar el impacto de la respuesta del mandatario. En la forma en que respondió se observa cómo ve a sus colaboradores en Morena: si ya no son útiles, si comienzan a discrepar con el Gobierno federal, si alzan la voz por cualquier razón, etc., del Presidente no tendrán más que rechazo. La narrativa de colaboración, de abrazos, de armonía y de compañerismo fue nomás un cuento de hadas, otro en la narrativa manipuladora de López Obrador.

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