“Yo he sido ya, antaño, muchacho y muchacha, 
y un arbusto y un pájaro y un pez escamoso
 en el mar”, 
Empédocles de Agrigento

Quizás Empédocles fue de los primeros pensadores anti-especistas de la historia, al considerar que el sacrificio de animales equivalía a un asesinato y pugnar porque las personas dejaran de mascar hojas de laurel que el filósofo consideraba la forma más elevada en una reencarnación en plantas. Como quedó esbozado, el oriundo de Agrigento creía en la reencarnación e incluso tenía recuerdos de haber sido arbusto en otra vida.

Cuenta la historia que Empédocles buscaba la inmortalidad que lograría borrando todo rastro de su existencia, así que se arrojó al volcán Etna. Pero al parecer al volcán no le gustó su idea ya que “escupió” sus sandalias, conocidas por tener suela de bronce. Así que la inmortalidad se habría disuelto en el túnel de luz que el filósofo seguiría hacia su muerte y reencarnación. Qué sad.

Sin cuestionar la veracidad o mitificación de esta historia, la pensaba una mañana al observar la inclinación de mis planthijas de jitomate, que buscaban asomarse a la ventana. Imaginé a Empédocles siguiendo la luz, como si ahora en lugar de arbusto ocupara la primera fila de mis jitomates. Aunque es bien conocido que las plantas son organismos fotosintéticos, el movimiento que les genera la luz es algo más intuido que conocido.

“Fototropismo” se llama al cambio de dirección del crecimiento de las plantas cuando hay un estímulo de luz. Crecimiento, o mejor dicho alargamiento.

Supongamos que tienes a tu planthija justo frente a ti. Apenas está amaneciendo y la ventana está a tu izquierda. Si tienes la posibilidad —y la paciencia— para observarla por algunas horas, notarás que la iluminación aumenta con el transcurrir de los minutos y paulatinamente tu baby se inclina hacia la radiante ventana.

La inclinación se debe a que la luz impacta mayoritariamente el lado izquierdo del tallo, lo que provoca que se acumulen unas hormonas del lado contrario, es decir, del lado menos iluminado. Estas hormonas de plantas (fitohormonas) se llaman auxinas y provocan que las células del lado sombreado se alarguen. Es decir que en ambos lados del tallo tenemos la misma cantidad de células, pero en el lado con luz son cortitas, y del lado sombreado son laaargas.

Este comportamiento fue descubierto por Darwin y su hijo en 1881 y encontraron que es el extremo más alto de la planta el que reconoce la luz y genera los cambios que observamos como movimiento. Darwin, y su hijo, fueron pacientes y tenían tiempo.

En la actualidad nadie tiene tiempo. Quizás haya más de una madre o un padre que quisiera dedicar un par de horas de tranquilidad con su familia para tener una vida contemplativa; no para hacer grandes descubrimientos sino para tener un momento de paz en un mundo en el que tener una pausa parece estar mal visto, y así se nos va la vida. Como

Empédocles, quizás en la siguiente…
@chrisantics

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