Repudiable pero cierto, el cierre de la administración del presidente Peña Nieto se caracteriza por fingir justicia. Los casos en los que los ciudadanos percibimos que simplemente no hubo justicia se acumulan semana a semana. En algunos de ellos la procuración de justicia falló terriblemente, los casos son mal y endeblemente presentados ante el Poder Judicial que, en estricta aplicación de la ley, se ve forzado a liberarlos o excarcelarlos. Tal es el caso de la maestra Elba Esther Gordillo o de Alejandro Gutiérrez o de los ocho integrantes confesos del cártel de los Guerreros Unidos. Un caso emblemático es el del ex gobernador de Veracruz Javier Duarte en el que la justica es negociada, el acusado confiesa algunos delitos de tal forma que solo es sentenciado a 9 años de prisión, no obstante el inmenso e irreparable daño que ocasionó a millones de veracruzanos. Entre ellos, menores de edad enfermos de cáncer que en lugar de recibir los medicamentos necesarios para su sanación recibieron “agua destilada” y por lo tanto no sanaron y hasta fallecieron. En este caso, “Javidú” es cómplice de asesinatos premeditados y solo lo sentencian a nueve años de prisión. Su enriquecimiento ilícito es más que notorio y solo le decomisan una parte de lo que se robó (la prueba son los millones que sigue gastando su esposa en Londres). Es innegable que la justica no llegó. Ni siquiera se asomó.

Algunos otros casos simplemente fueron congelados desde la PGR. Ahí está el de César Duarte o el del ex gobernador de Quintana Roo Borge y sus familiares. En ambos casos, los ex gobernadores montaron una “auténtica industria del robo al pueblo”, se hicieron no solo de dinero, sino también de concesiones, así como de inmensas propiedades, y no ha pasado nada.

En otros muchos, ni siquiera se presentaron las denuncias formales o no se les dio la fuerza al debido trámite. Ahí esta el caso del “socavón de Ruiz Esparza” en el que dos personas fallecen y no hay ni un responsable en la cárcel.

Si lo anterior es repudiable, fingir la aplicación de la justicia lo es todavía más. Es claro que el gobierno del presidente Peña Nieto pretendió tomarnos el pelo, pretendió hacernos creer que combatía la corrupción cuando en realidad no lo hacía. Por puro interés electoral, obviamente antes de la elección, fingió combatir a los corruptos. Inclusive y para fortalecer el engaño, mediante un verdadero show mediático detuvo a un par de pillos (Javier Duarte, Borge), pero cuando pasó la elección y dado el resultado de la misma, minimizó las consecuencias para los amigos que desde las gubernaturas lo habían ayudado a ser presidente de la República. Había que liberarlos mediante investigaciones y procesos tan deficientes que un juez a modo los declarara inocentes o las sentencias fuesen mínimas.

Por lo aquí expuesto, el presidente Peña Nieto no será recordado por las importantes reformas estructurales que logró al inicio de su gobierno, sino por la corrupción propia (Casa Blanca) y de sus colaboradores. Será recordado como el gobierno de la corrupción e impunidad. Qué lamentable que así sea.

Fuente de los Deseos. Ojalá el próximo gobierno sí busque la justicia, ojalá entienda que la construcción de un mejor futuro solo será posible si se parte de una base sólida en la que la justicia sea eso, justicia y no solo un show.

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