En estas últimas semanas diversos medios de comunicación nos han transmitido los señalamientos de los distintos candidatos y dirigentes partidistas en los que manifiestan que sus contrincantes compraron miles y miles de votos. Los candidatos expresan que las elecciones fueron “elecciones de Estado” es decir, elecciones en los que los gobiernos federal y estatal compraron votos en favor de sus candidatos utilizando inclusive recursos públicos como lo son los programas de desarrollo social. Inclusive aportan algunos testimonios que asumen hacen prueba plena. Ante ello los candidatos de los partidos en gobierno señalan a sus adversarios de exactamente lo mismo; de haber comprado miles de votos.

Es indispensable tener presente que el tema de la compra-venta de votos es complejo y que se presenta por muchas razones. Algunos entregan su voto a cambio de la promesa de que recibirán contratos o compras del gobierno cuando el candidato ganador asuma el cargo, otros a cambio de un empleo a futuro, algunos más a cambio de la promesa de una beca para alguno de sus hijos y lamentablemente muchos otros, la gran mayoría, a cambio de unas monedas o bienes que les vengan a resolver un problema inmediato de sobrevivencia.

En suma la compra-venta de votos explota la pobreza material y hasta la intelectual o de conocimientos de la gente. A los materialmente pobres se les ofrecen y entregan inmediatamente diversos bienes, sobretodo dinero. A quienes tienen manera de subsistir pero no tienen los conocimientos o el interés necesarios para evaluar la viabilidad de una promesa de campaña se les entregan ilusiones, hermosas pero inalcanzables. A esto es a lo que llamo explotación de la pobreza con fines electorales. La utilización de la pobreza como arma electoral presenta diversas vertientes.

Una de ellas, la más burda, sin duda se refiere a la compra del voto de personas que se encuentran en condiciones de pobreza material y que al percibir a todos los candidatos como iguales están dispuestos a entregar su voto a quien se los compre, a quien les ofrezca en ese momento más dinero por su voto. Tradicionalmente la compra se hace mediante la entrega de dinero en efectivo (por ejemplo al canjear la boleta en blanco por dinero en una casa amiga –el votante entra a la casilla electoral donde le son entregadas las boletas electorales (boleta 1), posteriormente y en la soledad y privacía de la mampara se guarda en la bolsa la boleta en blanco (boleta 1) y saca una boleta ya marcada en favor del candidato comprador del voto (boleta 2), finalmente el votante deposita en la urna la boleta previamente marcada (boleta 2) y sale de la casilla con la boleta en blanco (boleta 1). El votante entonces acude a la “casa amiga” y entrega la boleta en blanco recibiendo a cambio el dinero acordado—. En fechas recientes el intercambio de las boletas ha sido sustituido por una fotografía –tomada con el celular— en las que se observe el voto a favor del candidato comprador. Una modalidad que se ha venido implementando es la entrega de dinero mediante una tarjeta bancaria de débito. En suma se aprovecha y se explota la pobreza del votante y su necesidad de sobrevivencia diaria.

Una segunda vertiente de la explotación de la pobreza es la utilización de los programas sociales en favor del candidato del partido en el gobierno. Es verdaderamente repudiable el hecho de pretender ganar el favor de la gente engañándola y entregándole bienes a nombre del candidato del partido en el gobierno. Peor aún, condicionar la entrega de bienes —despensas, materiales de construcción— al voto en favor del candidato “gubernamental”. Inclusive el candidato del partido en el gobierno amenaza a la población diciendo que dichos programas de desarrollo social si él llega a perder la elección.

Otra vertiente es la llamada promesa y compra populista, que explota la pobreza material y también la llamada pobreza intelectual. Se basa principalmente en la promesa vacía y demagógica de que vendrán tiempos mejores. Es la promesa hecha por medio de frases hermosas y que solo dice el “qué” pero no dice el “cómo”, porque en la realidad esa promesa es totalmente inviable dadas las condiciones del país y hasta del mundo. Esta vertiente de la explotación de la pobreza es absolutamente reprobable ya que no solo no resuelve los problemas y necesidades de la gente, también las decepciona y les mata la esperanza, y por ende la confianza en las instituciones. Lesionando así de una manera muy profunda a todo el país.

FUENTE DE LOS DESEOS: Ojalá que todos nos demos cuenta de que para terminar con la compra-venta de votos se hace necesario empezar por repudiar la promesa populista y garantizar a todos los mexicanos un mínimo de bienestar.

Comisionado del Consejo Estatal contra las Adicciones. @TAMBORRELmx gmotamborrel@gmail.com

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