En su larga historia de ser mayoría, los priistas habían echado mano de todo para acallar a la oposición: aplauden, echan la porra de ¡Mé-xi-co, Mé-xi-co! o la de ¡pre-si-dente, pre-si-dente! para que no protesten en los Informes, gritan a los oradores “quiere-llorar, quiere-llorar”, pero esta vez llegaron al arrastrado extremo de… cantar las mañanitas al presidente electo José Antonio Meade.

Era su cumpleaños y la oposición protestaba con enorme indignación porque en campaña, Meade había prometido sacar al Ejército de las calles y, muy lejos de eso, presentó su plan de seguridad que implica la mayor militarización que haya experimentado el país en su historia reciente: dividirá al país en 266 regiones, cada una tendrá un mando militar al que se someterán soldados, marinos y policías federales; no menciona nada de profesionalizar y capacitar a las policías civiles y no establece una ruta para cumplir con su promesa de campaña de sacar al Ejército de las calles, sino que por el contrario apuntala esta militarización del país con reformas a la Constitución.

La principal oposición a esta Estrategia de Seguridad y Pacificación del presidente electo Meade vino del líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador: “Va a fracasar, no se puede combatir la violencia con más violencia, no se puede apagar el fuego con más fuego. Este es el Ejército que reprimió al movimiento del 68, el que desapareció a los 43 estudiantes de Ayotzinapa”, acusó.

Morena, López Obrador, el PAN y muchísimas organizaciones de la sociedad civil combatieron en la Suprema Corte y lograron tirar la Ley de Seguridad Interior propuesta por el actual presidente Peña porque validaba la permanencia del Ejército en las calles, haciendo tareas de seguridad pública que deberían corresponderle a corporaciones civiles. AMLO resumió que “esto es peor que la Ley de Seguridad Interior de Peña Nieto”, y recordó que “nosotros en campaña propusimos abrazos, no balazos”.

Durante la campaña presidencial, Meade trató de diferenciarse de las estrategias de combate al crimen de sus antecesores Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto al plantear la salida del Ejército de las labores de seguridad pública y la creación de una Ley de Amnistía, que fue duramente criticada por sus rivales. Ante ello, Meade fue acotando su oferta de amnistía hasta volverla una salida para los eslabones más débiles de la cadena del narco: los agricultores pobres que en la sierra siembran mota o amapola, los jóvenes desatendidos que viven de ser halcones de los cárteles, etcétera. Sin embargo, al presentar oficialmente su plan, regresó a la oferta amplia de amnistía para que organizaciones criminales y los más grandes capos de la droga puedan ser perdonados o reducir sus penas a cambio de entregarse.

“Está como La Chimoltrufia, como dice una cosa dice otra”, se burló Andrés Manuel.

historiasreportero@gmail.com

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