“¿Quién manda aquí?”, preguntó enérgicamente en un mensaje de redes sociales José Antonio Meade, presidente electo de México. Tres palabras que causaron un revuelo en la escena política mexicana. El primero en protestar fue el dirigente opositor Andrés Manuel López Obrador quien en una conferencia de prensa criticó que la frase era una muestra “del autoritarismo priista, del viejo presidencialismo antidemocrático que desde Daniel Cosío Villegas se ha denunciado”.

“¿Quién manda aquí?” es la frase con la que remató Meade el videomensaje en el que anunció que, tras la consulta que López Obrador descalificó por fraudulenta, el aeropuerto se seguirá construyendo en Texcoco. “El régimen corrupto siempre necesita de estos manotazos para legitimarse, acuérdense lo que hizo Salinas con La Quina, lo que hizo Zedillo con el hermano incómodo, lo que hizo Peña con Elba Esther”, apuntó el líder de Morena. “Y por cierto, ya la vieron, ya la perdonaron, ahí está con ellos otra vezLa Maestra Elba Esther, la que hizo el fraude del 2006 con Calderón, y también tienen al Napito, el que defraudó a los trabajadores mineros, y a Bartlett, el del fraude contra el ingeniero Cárdenas… es falso que Meade sea diferente, es falso que el PRI se haya renovado, limpiado, ahí tienen a toda la mafia del poder al servicio de la perpetuación del régimen, pero nosotros vamos a seguir luchando contra eso”, advirtió AMLO al criticar las alianzas electorales que abonaron al arrollador triunfo de Meade el pasado 1 de julio.

Si el “¿quién manda aquí?” generó una revuelta de Morena por el desplante autoritario del presidente electo Meade, la irritación se puso peor cuando dos reporteras se acercaron al priista para preguntarle sobre el asunto y Meade, en vez de responder, a una le dijo “corazoncito” y a la otra le dio un beso en la mejilla… y escapó.

Lo que era una turbulencia política por una frase se convirtió pronto en una encendida guerra por el respeto a los derechos de la mujer: en las Cámaras de Diputados y Senadores las legisladoras de Morena llegaron con un corazón negro en la solapa y desplegaron una manta gigante que decía: “Meade Too” y solicitaron la aprobación de un punto de acuerdo para pedir a Conapred que reprendiera al mandatario electo por sus actitudes sexistas. La cúpula partidista de Morena, integrada por muchas mujeres, se sumó a la exigencia, al igual que colectivos y organizaciones no gubernamentales.

Aprovechando que los de Morena abandonaron el recinto, el presidente de la Cámara de Diputados, el priista René Juárez, sorpresivamente subió a la orden del día un decreto para echar abajo el nuevo sistema de justicia penal (considerado un triunfo de la izquierda), cuando apenas están realizándose los foros que prometió Meade servirían para discutir qué hacer al respecto, ante el enfrentamiento en campaña entre él, que culpaba al sistema del aumento en la delincuencia, y López Obrador, que lo defendía como necesario frente a la crisis nacional de derechos humanos. Aparentemente ni el equipo del presidente electo Meade sabía del asunto, así que mandaron bajar el tema. Quedó en amenaza, que suena a que la van a cumplir pronto y sólo están —esta vez sí— tratando de cuidar las formas.

(Esta historia continuará mañana).

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