Por supuesto, también toca reconocer a los partidos de oposición y a las organizaciones de la sociedad civil que no cedieron ante insultos y presiones.

La aprobación por unanimidad en la Cámara Alta de una Guardia Nacional desmilitarizada, y la declaración del primer mandatario felicitando a los legisladores y definiéndose “muy satisfecho”, deben aquilatarse como una buena señal.

El presidente y Morena, pudiendo imponerse, pudiendo conseguir la decena de votos que faltaban usando toda suerte de métodos antidemocráticos, escogieron construir un consenso y el resultado final, aunque no era exactamente lo que el presidente quería, fue aceptado, reconocido y agradecido.

Si en la Cámara de Diputados no hay tropiezos, el presidente tendrá en breve su Guardia Nacional en la Constitución. No es poca cosa: se trata del instrumento central que diseñó el nuevo gobierno para prometer que en tres años la delincuencia dejará de ser una pesadilla en México.

El presidente no quería ponerle una fecha al regreso de los militares a los cuarteles, pero el Congreso aprobó cinco años (es casi todo el sexenio, puede estar tranquilo). El presidente quería un mando militar, pero el Congreso aprobó que el mando sea civil (aunque el mero-mero de la Guardia podrá ser militar… además, ¿quién le dice que no a los generales?).

Frente al desánimo que dejan las recurrentes imposiciones, las habituales andanadas de acusaciones sin pruebas y las políticas públicas en las que el prejuicio aplasta a la ciencia, el episodio de la Guardia Nacional deja un buen sabor de boca.

Esta vez no ganó el López Obrador autoritario que descalifica, insulta y hasta persigue a quien no hace lo que él quiere o dice lo que él piensa.

Esta vez el presidente, su gabinete y sus senadores negociaron con sus opositores (a los que se han cansado de tildar de neoliberales corruptos) y encontraron un punto en donde todos ganaron algo y todos cedieron algo.

Esta vez escucharon a las organizaciones ciudadanas, a las que suelen desdeñar como “fifís” al servicio del empresariado.

Esta vez atendieron las recomendaciones de los especialistas, que normalmente son acusados de cómplices de inútiles gobiernos pasados.

Esta vez queda abierta una rendija a ver si el presidente entiende que la oposición representa a una parte del electorado con la misma legitimidad que él a la porción más grande, y que sin el trabajo de la sociedad civil él no habría llegado al poder. Ojalá desista del método de gobierno de descalificar y perseguir a quien tiene una visión diferente. Eso genera encono, descompone el ambiente y le cuesta a su proyecto, por más que él sienta que su actual popularidad lo blinda.

Merecen mucho reconocimiento la oposición partidista y los organismos de la sociedad civil que, frente a los misiles de abuso de poder durante la negociación de meses, resistieron. Los partidos de oposición, que supieron recomponerse y parecen haber encontrado su sitio, tras la brutal derrota electoral y ante la aplastante popularidad del primer mandatario. Las ONG, que no se dejaron intimidar y pelearon por conseguir que las nuevas leyes incluyeran lo que tantos años de estudio les han hecho aprender.

El diseño aprobado de la Guardia Nacional no es perfecto. Normal. Su implementación puede tropezar. Desde luego. Si no hay voluntad política en su creación y funcionamiento podrán darle la vuelta a los candados que le pusieron a la ley. Es cierto. Con el paso del tiempo puede haber trucos y trampas. Claro. Pero mientras se lidia con esos desafíos del futuro, más jueves como el de la semana pasada.


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