La pregunta es ofensiva, y peor resulta si el presidente de los Estados Unidos fue quien la hizo.

El sábado Donald Trump confirmó lo que ya se sabía: la última comunicación entre los dos mandatarios terminó mal, y lo hizo mofándose a carcajadas del jefe del Estado mexicano frente a una audiencia masiva en Pensilvania.

Contó que, ante la insistencia de Enrique Peña Nieto para que el habitante de la Casa Blanca se retractara de exigir a México el pago por el muro, el magnate reaccionó haciendo una pregunta ofensiva y luego con ruptura: “¿Está usted loco? No voy a hacer esa declaración. Bye, bye, no hay forma en que vaya yo a hacer ese trato.”

¿No llegó ya la hora de reconocer que la única locura mexicana es seguir suponiendo que la relación bilateral va bien?

Contrasta este episodio con las declaraciones que el canciller mexicano, Luis Videgaray, hizo a principios del mes pasado, cuando afirmó que, en muchas maneras, el vínculo entre las dos administraciones era más fluido y más cercano si se compara con el que existía en época de Barack Obama.

¿No es todavía evidente para nuestro gobierno que llevarla bien con Jared Kushner no significa que los dos países sostengan una buena relación?

Siete de cada diez mexicanos tienen hoy una mala opinión del país vecino y lo mismo sucede en los Estados Unidos, donde dos de cada tres estadounidenses comparten una valoración negativa sobre nosotros.

Eso no es una buena relación. Si la locura es un trastorno relacionado con el desequilibrio entre la realidad y la percepción, es momento de aceptar que de nada han servido las citas a escondidas, las conversaciones a puerta cerrada ni la información que se calla: nada bueno ha resultado de una política exterior basada en comiditas y cenitas entre Videgaray y el yerno más poderoso del mundo.

¿De qué valieron al país las tres horas que el canciller gastó el miércoles pasado con este joven improvisado, cuyo único talento es haberse casado con la hija guapa de un magnate desquiciado?

Todavía más difícil de comprender: ¿cuál fue la utilidad para el Presidente de México cuando también desperdició tres horas de su agenda conversando con el mismo sujeto?

Si el resultado neto de la larga encerrona fue la pregunta majadera de Trump en Pensilvania, tendríamos que demandar de este lado del Río Bravo, ya no los detalles, por lo menos los temas que se trataron durante ese encuentro, donde, por cierto, fue marginada la embajadora Roberta Jacobson.

El destino inmediato de la relación bilateral no puede seguirse resolviendo a puerta cerrada entre dos sujetos cuya experiencia diplomática previa es nula. La sociedad económica, política y cultural entre nuestras dos naciones merece transparencia y también otro tono; aire limpio, pues, para contrarrestar un estilo evidentemente fallido de conversación.

ZOOM: Peña Nieto no está loco al exigirle a Donald Trump que se retracte de pedirnos el pago por el muro. Ése es un síntoma de lucidez que merece aplauso. Pero no puede seguir manteniendo como principal, y prácticamente única estrategia para enfrentar las barbaridades del presidente vecino, las oscuras e indescifrables reunioncitas entre Videgaray y Kushner.

Google News