Cuando pensamos en un espía, para la mayoría de la gente, es normal que nos imaginemos a un tipo del estilo James Bond, alguien elegante, un hombre de mundo que quizá hable varios idiomas, avezado en técnicas de combate milenarias, conocedor de estrategias complejas, sumergido en contactos diversos y siempre desapercibido, pero con la habilidad de ganarse la confianza de quien sea… francamente no pensamos en alguien como el agente veterano que seguía a Ricardo Anaya.

El Cisen ha sido una institución que ha servido a la clase política gobernante desde siempre, ni sus agentes ni sus estrategias ni sus fracasos son, realmente, su responsabilidad directa, hacen, literalmente, lo que les mandan a hacer como lo puedan hacer.

A diferencia de la avanzada inteligencia militar de la Sedena y la Marina dedicada sobre todo al combate del crimen organizado, el Cisen, junto a algunas áreas específicas de Policía Federal, representa nuestra única inteligencia civil, con tareas extremadamente diversas acordes con los designios y caprichos del jefe en turno.

La tarea principal de los agentes del Cisen consiste fundamentalmente en recabar información que se traduce en reportes diversos que sirven para tomar decisiones de Estado, la mayoría deben ser encubiertos y conocer a profundidad la zona donde laboran, deben de tener un contacto social importante, saber, por ejemplo, qué dicen y qué pasa en determinado lugar sobre los secuestros, la trata de personas, el huachicoleo, qué droga se vende y en dónde se consigue, qué grupos políticos operan y tienen fuerza, cuál es el sentir social y reconocer con todos esos datos riesgos para la seguridad nacional.

Ni la inteligencia ni el espionaje están, necesariamente, peleados con una democracia, la realidad es que las grandes democracias también tienen grandes y dignos sistemas de inteligencia civil, incluso de inteligencia civil con fines políticos con el objetivo claro de evitar una desestabilización del Estado, pero, también, con fortísimos pilares éticos que las llevan a trabajar de un modo natural.

Evidentemente, si alguien atentara contra la vida de Ricardo Anaya o de cualquier otro candidato presidencial habría un grave problema de seguridad nacional, es normal y deseable que los candidatos y sus familias reciban la mayor seguridad posible en pos de la estabilidad democrática, pero para ello hay formas y protocolos que deben seguirse.

El agente que seguía al candidato del Frente, veterano con más de 20 años de experiencia, según informa la Secretaría de Gobernación, deja mucho que desear en cuanto al nivel de personal que tiene hoy Cisen.

Y es que, lejos de su tarea principal, la mayor parte de los agentes, muchos de ellos valiosos, son tratados como empleados menores de seguridad privada, como tropa, como hombres del montón, sin el menor respeto a su trabajo y capacidad, enviados un día al norte y otro al sur, a tareas totalmente diversas… como la de seguir a un candidato presidencial.

Lejos de su tarea principal, los elementos de Cisen no tienen la oportunidad de especializarse en áreas concretas y sus reportes valen, solamente, de acuerdo al capricho del gobierno en turno.

Quizá por eso es que los cachan tan fácilmente.

DE COLOFÓN.— Aumentaron los casos de SIDA y enfermedades venéreas y disminuyó el dinero para promover el uso del condón… bonita nota de San Valentín.

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