Y a la inquietud y desesperación de Manlio Fabio Beltrones —que lo llevaron incluso a elaborar la tesis de las “cuatro columnas”— se ha calmado gracias a los buenos oficios del Partido Acción Nacional (PAN). Éste se brindó a restaurar el PRIAN que parecía perdido, y se logró el permiso para que panistas y priístas marcharan juntos en la aprobación de la mentada reforma laboral, con la cual ambos agreden jubilosos a la clase obrera, su enemigo histórico, al que quisieran desaparecer como clase social, para reducirla a simple conjunto de productores sin derechos ni libertades.

Pero ese sueño, al que se engancharon los panistas, no es duradero; se puede decir que triunfó porque fueron desechados los ocho artículos aprobados en el Senado, y salió adelante la precarización del salario, la subcontratación (outsourcing), que prescinde de la relación social trabajador-patrón y la sustituye por la contratación a prueba o por hora, por semana o cualquier otra forma, a través de empresas —en México se dice que son 14 mil—, que no responden por ninguna de las garantías del trabajador; como también salió adelante el abaratamiento del despido y la consagración en los hechos de los contratos de protección en vez de la contratación colectiva, todo ello en nombre de una “flexibilidad laboral”, que no hace sino entregar la fuerza de trabajo a una mayor explotación, sin posibilidad real de defensa organizada.

Y no es duradero ese sueño ni firmes las “cuatro columnas”, porque al mismo tiempo que el PRI se solazaba con su regreso a Los Pinos y mayoriteaba en San Lázaro, se produjo un fenómeno inesperado por su magnitud y por su decisión de lucha contra la agresión.

Nos referimos, claro está, a la respuesta que organizaciones del movimiento obrero han salido a dar la batalla en defensa de su clase y de la sociedad entera, toda vez que el propósito de despojar de sus derechos a una de sus partes, precisamente la genera la riqueza, es un atentado contra la sociedad en su conjunto, atentado que se comete a favor de la patronal, que es la que concentra los beneficios producidos por las fuerzas del trabajo.

“Que quede claro —dice la Convención Nacional Sindical en Defensa de las Conquista Laborales en su documento publicado el 8 de noviembre—: los sindicalistas mexicanos no aceptamos ni aceptaremos que la aprobación de la contrarreforma laboral sea un hecho consumado. ¡Todavía es tiempo de actuar para detenerla o revertirla!... La lucha por defender las conquistas laborales y sindicales pasa a una etapa superior. Las centrales, frentes, federaciones, sindicatos y secciones sindicales presentes, nos comprometemos a escalar nuestras acciones en todo el país y a nivel internacional e incrementar la organización de las y los trabajadores para la defensa de sus derechos, hoy en peligro”

Cada uno de los momentos de la discusión de la contrarreforma, ya por la Cámara de Diputados o por el Senado de la República, fueron seguidos por actos de masas de la Convención. Las diferentes organizaciones que la componen expresaron las exigencias de los trabajadores agrupados en ellas, emplazaron a los legisladores a debatir desde posiciones democráticas, con rechazo al autoritarismo.

La Convención hizo llamamientos “a todas las organizaciones sindicales dispuestas a defender los derechos de los trabajadores amenazados por la reforma neoliberal a sumarse al gran esfuerzo unitario que significa esta Convención Nacional Sindical” y a impulsar la aplicación de un plan de acción que implica “reforzar la campaña nacional en contra de la reforma patronal utilizando todos los medios de comunicación, las redes sociales, el internet además de las formas tradicionales de comunicación, como mantas, carteles, volantes rechazando la pérdida de nuestros derechos laborales.”

Esto es, que la provocación clasista que ha constituido la aprobación de la reforma Calderón-Beltrones, no hizo sino conducir a un acontecimiento de gran trascendencia: el inicio de la reorganización nacional de las fuerzas del sindicalismo de clase, en defensa de sus derechos y los de una sociedad democrática.

O sea que el edificio beltrónico y su panorama de despojo de los derechos obreros —las “cuatro columnas”—, en vez de soñarrera patronal, ha servido al surgimiento de un nuevo sindicalismo, combativo y consciente de sus deberes y sus capacidades de lucha, sindicalismo hacia el que las fuerzas democráticas y los partidos de izquierda deben volver sus ojos, retirándolos del panismo oportunista y convenenciero.

Periodista

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