El electorado no es homogéneo; decide por quién votar a partir de diversos criterios. Por ello, la efectividad de las estrategias utilizadas por los partidos para atraer votos es variable. Tampoco todas las elecciones son iguales; hay diferencias claras entre cargos ejecutivos y legislativos, así como entre elecciones nacionales o subnacionales. Estas dos lógicas definirán el resultado de los procesos electorales del próximo 6 de junio.

En términos del comportamiento electoral hay, al menos, tres categorías. Los sectores que votan por el partido con el que se identifican con base en condiciones estructurales —clase social, religión, etnia, origen, entre otras—, para quienes las campañas son irrelevantes; el voto está definido en función a su pertenencia a determinado grupo. Un segundo sector define su voto a partir de la identificación partidista o ideológica, producto de un vínculo afectivo con los partidos que se construye a lo largo del proceso de socialización política. Para este grupo, las campañas son importantes en tanto evidencian y fortalecen su cercanía —o distancia— con una determinada propuesta; se decantan por una alternativa en función de valoraciones subjetivas e individuales. Para este tipo de elector, el voto suele ser estable, aunque es posible el cambio por situaciones coyunturales. El tercer grupo vota con base en una evaluación racional; midiendo el costo o beneficio que le genera elegir una u otra alternativa. Por ello, es este segmento del electorado el que estaría en condiciones de emitir el llamado voto útil. El proceso electoral de 2018 mostró una transferencia de votantes del segundo tipo al tercero; la pregunta es ¿cómo se comportarán en 2021?

¿Qué alternativas se vislumbran a la luz de estas variables? Primero, un incremento importante en la competitividad, tanto en el proceso federal como en los locales. En agosto de 2020, Alejandro Moreno planteaba en El Financiero tres escenarios para la elección de las 15 gubernaturas. El más optimista para Morena le daba 14; uno intermedio 9 y; uno catastrófico, únicamente 5. A unos días de las elecciones, el escenario uno está prácticamente descartado y el tres, impensable en agosto, podría —aunque difícilmente— darse.

En la elección de la Cámara de Diputados hay, al menos, dos elementos a considerar. El peso de las lógicas locales, que sin duda serán relevantes en todo el país y; el que las elecciones intermedias federales sean —al menos desde 1991— un referéndum de la gestión presidencial. La aprobación del presidente López Obrador se mantiene alta pero la evaluación de su gestión muestra una baja considerable en prácticamente todos los rubros, de acuerdo con la encuesta de Gabinete de Comunicación Estratégica publicada ayer. Más aún, la encuesta muestra un incremento significativo en las posiciones extremas a favor y en contra de la 4T que pasaron de sumar 21.7% en diciembre de 2018 a 35.7% en mayo de 2021, con un incremento de 9.9 puntos porcentuales en las posiciones en contra.

Desde 2018 vivimos con el prejuicio de que el tsunami producto de las elecciones acabó con la oposición. Hoy los datos muestran una oposición golpeada, pero con presencia importante en buena parte del país. Las elecciones de 2021 brindarán información relevante para entender el 2018 así como para explicar la reconfiguración de los muy diversos formatos de competencia a nivel local. La moneda está en el aire.

Twitter: @maeggleton

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