Dos escenarios contrastantes en la celebración del grito independentista del pasado 15 de septiembre. En el Zócalo capitalino, el pueblo que gusta ir a la celebración, más los “invitados acarreados en camiones”. En Palacio Nacional, un par de cientos de invitados, la nueva realeza nacional y convites extranjeros, no más de 100. Era importante que el pueblo certificara los actos de austeridad del nuevo gobierno, así que nadie acompañó al Presidente en los hermosos salones anexos a los balcones, lo que solían hacer los presidentes neoliberales. La figura del Presidente, solo esa y nadie más. En el momento de la arenga de los vivas a los héroes que nos dieron patria, solo la aislada compañía de su esposa, en tanto que el Presidente se desgañitaba gritando 20 arengas, nuevas frases, una de ellos de corte socialista, como el “viva la fraternidad universal”. Sin distracciones en el balcón presidencial, solo el egoísmo acompañó a López Obrador; en tanto el pueblo, a sus pies (literalmente), festejaba (como siempre) con la novedad de la reiterada frase de: “sí se pudo, sí se pudo”; repetida alocución de las huestes morenistas, expresión aprendida de memoria de todos aquellos que fueron invitados y llevados en camión hasta el Zócalo capitalino.

Los agasajados especiales en los patios de la casa virreinal que habita el Presidente de la República, nada que ver con “la austeridad” de las habitaciones de Los Pinos. Andrés Manuel López, como virrey. Después del grito, todos en espera de degustar los platillos mexicanos. Embajadores, empresarios y funcionarios allegados al presidente en turno, nadie más; perdón, también los hijos de López. El pueblo arremolinado en el Zócalo pasó desapercibido el festejo en la casa del Presidente, los invitados no pudieron disfrutar, desde lo alto de los balcones, las arengas, la fiesta del pueblo. Dos sociedades distintas que, sin embargo, se necesitan, conviven y se desenvuelven en aparente armonía; una, la que conforma el poder político y económico; la otra, la sociedad de siempre, aquella muchedumbre que solo aplaude en los festejos patrios. Jugada maestra de los organizadores de ambos eventos; en paz y armonía disfrutaron en escenarios distintos, a pesar de la escasa distancia que los separaba, diría una frase añeja: “juntos, pero no revueltos”. Dos escenarios, dos escenas que distan mucho entre ellas, lo que permitió al gobierno de la 4T aparentar la empatía con los pobres y marcar distancia con la clase que representa la corrupción, según versión presidencial; a su vez, la otra parte de esa sociedad plural patentiza el inexistente divorcio con el poder económico, poderoso grupo con el cual ha firmado franca alianza para que invierta en México, sabe bien el Presidente que ambos poderes se necesitan para coexistir: el político y el económico. Maestros en el arte del sutil y efectivo del engaño. Mantiene satisfechos los polos sociales, no se rechazan en momentos importantes en los que el gobierno requiere mostrar unión, solidaridad del pueblo mexicano. Lo constató la comunidad internacional, los embajadores disfrutaron del evento, entre otros el de los EU, hoy aliado subordinado de aquel país; los empresarios sumados a la 4T; y el pueblo, feliz, feliz, feliz. Con diferentes tamices que mostraron el mosaico de la sociedad mexicana, culminaron los festejos del 209 aniversario del inicio de la gesta independentista que concluyera el 28 de septiembre del año 1821, con la firma del Acta de Independencia del Imperio Mexicano; el festejo se replicó a todo lo largo y ancho de la República Mexicana.

Analista legislativo. @HectorParraRgz

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