Las instituciones conforman y dan sentido a todo régimen político, son los pilares donde descansa el orden del sistema social en su conjunto. De esta forma, las instituciones cristalizan las formas de hacer y pensar de una sociedad, son reglas y normas, para la convivencia pacífica entre los individuos. En consecuencia, la política, como actividad, asume la responsabilidad de hacer que dichas instituciones funcionen a través, incluso, de acciones coercitivas sobre las conciencias individuales y/o colectivas.

Cuando las normas y reglas de una sociedad dejan de funcionar aflora el fenómeno de la anomia, categoría que indica la pérdida de capacidad de la organización social para mantener la integración de los individuos y, vale decir, aparecen los visos de descomposición social traducidos en expresiones de las más variadas y sorpresivas formas de violencia y crimen.

Para el caso de México, en el año 2021, el Inegi publicó una encuesta nacional sobre el grado de confianza en las instituciones del país. En un comparativo de los años 2019/2022 muestran el declive de la mayoría de las instituciones.

Veamos algunos indicadores: La peor parte se la llevan los partidos políticos, mientras en 2019,   27.9% de la población le otorgaban la confianza, en el 2022 bajó a 24.6%. Le siguen las policías con  33.5% en 2022 mientras en 2019, contaban con una confianza de 33.3%. Por su parte, los gobiernos municipales y estatales oscilan entre  45.1 y 47.1%, durante el 2022, jueces y magistrados tienen  40.3%  y el ministerio público posee  36.5%. En una escala de 1 a 10, esas instituciones están reprobadas en términos de percepción de confianza. Por su parte, la Guardia Nacional (GN)  goza de 65.3% y, el Ejército y la Marina tienen  71%. En la cúspide de la percepción de la confianza están las siguientes instituciones: familiares (86.7%), escuelas públicas de nivel básico (79%), universidades públicas (78.9%) y, por último, compañeros de trabajo (73.1%). Así las cosas...

Ahora bien, los indicadores anteriores muestran que las instituciones regionales no han pasado la prueba del ácido; gubernaturas, presidencias municipales, policías estatales y municipales han fracasado en el asunto de la seguridad. Si desde antes ya mostraban extravío, durante la pandemia terminaron por abandonar la voluntad de servir a los habitantes de las diferentes latitudes del país. Esta es la causa de porque Morena ha escalado tanto triunfo electoral.

Desde luego, no es posible generalizar; sin embargo, hasta este momento, la impotencia de las fuerzas policiales regionales frente a la inseguridad es un hecho real. La garantía de la seguridad es el principal reclamo de los ciudadanos. Por esta razón, la GN está haciendo a un lado, paulatinamente, a las diversas policías locales.

Más allá de si se está de acuerdo o no que la GN permanezca bajo el resguardo de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), lo urgente es garantizar el derecho a la vida de los mexicanos. La confianza de los ciudadanos en la GN ha de ganarla a pulso con una labor honesta, voluntad de servir y no corromperse. Tarea nada fácil. Mientras tanto, las policías locales del país son interpeladas a “neomoralizarse” para cumplir su deber, o en su defecto, la misión de las gubernaturas del país es crear nuevos cuerpos policiacos para responder a las exigencias de los desafíos que ponen en riesgo a la vida humana y a la paz social.

Director de CETESPO

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