Sin duda alguna, el gobierno municipal 2015–2018 y que está a poco menos de tres meses y medio de concluir, ha sido el que mayor número de logros y avances ha registrado en los últimos años.

Enfrentamos el reto impostergable de tomar decisiones trascendentales en aras de evitar que el municipio entrara en una severa crisis, varias de las cuales se volvieron polémicas gracias, en parte, a la destacada difusión que de ellas se hizo en diversas redes sociales.

Sin temor a equivocarme, afirmo puntualmente que de no haberse tomado algunas de estas medidas radicales, la capital del estado hoy estaría al borde del colapso. Pongo como ejemplo, la introducción de una nueva opción de movilidad, que es la bicicleta.

Bomba de tiempo. Hasta hace un par de años, la ciudad crecía sustentada mayoritariamente en una única opción de movilidad que es el auto particular. Sociológicamente se acrecentó esta forma de trasladarse, pues ser propietario de un vehículo  se fomentó como símbolo de status.

Paralelamente, las autoridades gubernamentales anteriores concentraron la mayor parte de la obra pública en la construcción de calles y avenidas para el tránsito de los vehículos. Agreguemos un tercer elemento: el desarrollo económico sostenido que ha experimentado Querétaro, reflejándose en el crecimiento más rápido de la clase media y media alta, lo que constituyó en una trilogía que dejó como saldo una ciudad invadida de automóviles.

Si reflexionamos sobre las consecuencias de esta situación, percibimos claramente cómo los traslados de un punto a otro de la ciudad son cada vez más tardados debido al intenso tránsito de vehículos; los embotellamientos en diversos puntos de la ciudad se han incrementado y el déficit de estacionamientos cada vez es más grave.

De manera colateral a esta condición, los percances automovilísticos se incrementaron, así como el número de peatones lesionados y fallecidos.

La ciudad se transformó cada vez más en un espacio para los autos y con sitios reducidos para los peatones y para quienes no son propietarios de un carro. Dicho en otros términos, la ciudad se fue transformando en un lugar antidemocrático pues privilegió a los automovilistas y marginó a los viandantes y usuarios del transporte público.

Las bases. Si hacíamos caso omiso de esta condición y dejábamos pasar estos tres años sin poner los cimientos para implementar nuevas maneras de movilizarse, nos hubiera tocado ser testigos de momentos de larga duración, en los que realmente la urbe quedaría paralizada. Bernardo Quintana y 5 de febrero —que actualmente tienen muchos minutos de sobrecarga— se hubieran convertido en estacionamientos gigantes.

Al fomentarse el uso de la bicicleta, no sólo como una opción recreativa sino de movilidad y uso diario, y al construir espacios para que este traslado sea rápido y seguro, paulatinamente incrementamos la cantidad de usuarios de este vehículo y comenzamos a desincentivar el uso del automotor.

Si a esta opción la complementamos con un mejor servicio de transporte público de pasajeros —que va avanzando por toda la ciudad— avanzamos en la reducción de la necesidad de usar automotores particulares. Al llegar a este punto, veremos cómo la ciudad y sus habitantes irán mejorando, paulatinamente, la movilidad y con ello también iremos cambiando de forma de pensar.

Entiendo a aquellos que  acostumbran a moverse en auto y que  están molestos porque el espacio de rodamiento se ha reducido en aras de abrir ciclovías.

El cambio es difícil y hasta genera conflicto y encono. Sin embargo, con el transcurso de algunos años llegaremos a la conclusión de que el paso que dimos fue fundamental.

A mejorar. Hoy podemos discutir que las ciclovías pueden mejorarse, que se pueden crear otras rutas o modificar las actuales; podemos analizar si el sistema de bicicletas compartidas debe cambiar algunos elementos, que llegue a otros sitios y otros elementos más.

Lo importante es que iniciamos una nueva era y que ya nadie puede detener su marcha.

Presidente municipal de Querétaro con licencia

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