Dicen que la vida es de experiencias y esta la tengo escrita no en papel, si no en el corazón, como describir lo que se siente cantar el himno nacional a todo pulmón sin que nada te importe, ese momento pequeño, dos minutos, que engrandecen a toda una nación, palabras de guerra que identifican a uno como mexicano, y que fuera de su país florece, ¿Por qué? No sé, quizá por nostalgia. Del otro lado el rival, el cinco veces campeón del mundo, el que todo mundo teme, el de Neymar, Marcelo, Julio César, Alves, Luis, todos figuras internacionales, pero algo pasó, había algo en el estadio, magia, 70% brasileños, 30% mexicanos que se convirtieron en un jugador más, jamás se hicieron pequeños. Nadie dijo que íbamos a perder. Esa energía se sentía, máscaras, sombreros, bigotes, pintura en la cara, playeras en su mayoría verdes con algunos puntos en el estadio de rojo, dispersos pero unidos, el partido, no sé en la televisión, pero aquí al ver las caras de los brasileños creo que llego un momento donde el pánico los invadió. La soberbia se vino abajo y se unieron al grito del despeje del portero... uuuuut… que al parecer no sabían lo que quería decir, pero que es estar en un México contra Brasil, en un mundial, es ver familias completas, sin insultos, respetando a los que visitamos esta tierra hermana que por México 70 nos ven como de casa, es hora de que nos devuelvan el favor, dicen muchos mexicanos, imaginar a México campeón en Brasil. Los 10 minutos finales, cardiacos. Brasil se subió al tren, Maza, Marques, Moreno y compañía formaban una muralla que no permitía ver más allá del horizonte porque atrás se encontraba el líder de la manada, el que soñó, se sacrificó y se le premió... San Memo Ochoa, el portero, nuestro portero, el gran jugador de nuestra selección.0-0 no importa, no canté gol, pero este Brasil el que goza, disfruta, canta, baila si me gustó. ¡Viva México!

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