Cuando me preguntan ¿cómo vas?, quiero pensar que en realidad quieren saber “¡Cómo estoy!”, y mi respuesta es la misma: “voy”, los sábados y domingos que es cuando estoy de buenas y un “Querido amigo, la cosas siempre puede ser peor”, entre semana que no estoy tan de buenas. Lo que no termino de entender es por qué la gente se espanta cuando alguien contesta de otra manera que no sea un “Muy bien, el sol brilla y los pajaritos cantan”. Algunos incluso te extiende la mano con lástima, como si me fuera a morir mañana y preguntan si estoy bien, que si traes para el camión “porque mira, te puedo prestar 10 pesos”. Pregunto: ¿qué espera la gente que digas cuando te lanzan a la cara un ¡hola!, ¿qué tal?, supongo que un “Muy bien, el sol brilla y los pajaritos cantan”. Esperan incluso lo contrario, el extremo, que les cuentes que tu mujer te dejó y no te duele que se haya ido, sino que también se llevó el refrigerador y el gato, con el que sí tenías una buena relación. Pero nunca se esperan que un tipo calvo sin afeitar conteste con un “querido amigo, la cosas siempre pueden ser peor”. Entonces te tratan como si tuvieras una enfermedad venérea y de quien hay que alejarse por el riesgo de contagio. Pobres de espíritu e ilusos aquellos que no han terminado de entender que un pesimista en realidad un optimista más dotado para recibir las andanadas de la vida real y no el reino de los justos que profesan los ministros brasileños del Pare de Sufrir. Ya lo dijo el filósofo español Fernando Savater, cuando le preguntan que cómo le hace para ser feliz como un Santa Claus sin pensión alimenticia. “Porque soy lo suficientemente pesimista”, contesta. Luego explica que un optimista, en sus términos, es aquel que sabe que la casa se está quemando, pero siempre tiene un cubo con agua a la mano, por si las dudas. El secreto “para no ser demasiado feliz”, dijo el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, “es no pretender ser demasiado feliz”. En otras palabras, desconfía siempre de quien presuma de ser completamente dichoso porque un día cualquiera puede aparecer en la puerta de tu casa con una escopeta y mirada de loco. Schopenhauer (Danzig, 1788-Prusia, 1860) fue considerado como “el más racional de los filósofos irracionales” y gustaba de ser huraño con la gente y escéptico con las ideas y aspiraciones de los demás. Este hombre fue el que dijo y escribió que “los dos enemigos de la felicidad humana son el dolor y el aburrimiento”, pero que el verdadero problema era que nos la pasábamos estacionados en uno y en el otro, que oscilábamos en los extremos, como péndulo de un reloj. Sobre el entendido es que considero y declaro enemigos de la humanidad a todos aquellos locutores de radio de estaciones que tocan canciones de rosas, diciendo al aire, de forma tan irresponsable, cosas como: “Recuerde que un día sin sonreír es un día perdido”. Que le digan que “la felicidad nos hará libres”, cuando ha perdido la casa por no tener para pagar la hipoteca o lo despidieron del trabajo esa mañana por no caerle bien al jefe, con eso si dan ganas de llorar. Que lo reciban con una frase mañanera de “sonría, porque siempre hay una razón para sonreír”, cuando el hijo le acaba de decir que ha reprobado todas las materias en la escuela que le ha costado riñón y costilla y media pagar, o que la hija se le acaba de ir con el carnicero de la esquina, ese si es un mal chiste ¿no lo cree? Recuerde, lector, para su consuelo, que no por madrugar se levanta uno será más feliz, ni todo lo contrario. FIN. * Periodista de entretenimiento con más de 15 años de experiencia.

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