El maestro José Díaz Navarro, vocero del colectivo Siempre Vivos, que indaga el paradero de cientos de personas desaparecidas en Chilapa, Guerrero, llegó a un restaurante ubicado en la plaza central de aquella ciudad. A pesar de que, desde hace años, acostumbra ir a comer a dicho establecimiento, notó a los dueños fríos y cortantes.

Cuando pidió la carta, los propietarios le dijeron que los disculpara, pero no iban a poder atenderlo. “Tenían miedo de que al salir yo, entraran a rafaguearlos en represalia por haberme servido”, relata el maestro.

“Antes, en Chilapa —agrega— la gente me decía que me saliera del municipio, que peligraba mucho, que me iban a matar. Ahora me dicen que me vaya, pero porque soy yo el que los pone a ellos en peligro”.

Hace cinco años, un grupo armado se llevó a los hermanos del profesor: dos comerciantes que acababan de vender una camioneta y llevaban encima 80 mil pesos. Los “levantaron” mientras desayunaban con un constructor y dos arquitectos del programa “Escuelas de calidad”, del gobierno federal.

Los cinco cuerpos aparecieron torturados, quemados y decapitados. Campesinos de la región vieron cuando se llevaban a los secuestrados hacia Quechultenango, bastión del grupo criminal Los Ardillos. El líder de esa organización es Antonio Ortega Jiménez, hermano un connotado perredista que hoy preside una comisión en el Congreso de Guerrero: Bernardo Ortega Jiménez.

El profesor Díaz Navarro ha denunciado desde entonces la violencia que arrasa Chilapa. En ese municipio, 1,300 personas han sido asesinadas en los últimos años: la cifra de desaparecidos ronda los 300. Los últimos diez años son conocidos en Chilapa como “la década de terror”. La región se llenó de pueblos fantasma, los cerros se poblaron de fosas clandestinas. El despojo, el abigeato, el secuestro, los “levantones”, las balaceras, las decapitaciones, los descuartizamientos, se volvieron parte de la vida diaria.

Hasta hace unos días, esta región estratégica para la concentración y el trasiego de la goma de opio, fue escenario de una guerra violenta entre Los Rojos y Los Ardillos. Hace unos días, sin embargo, el líder de Los Rojos, Zenén Nava Sánchez, fue aprehendido. “Los Ardillos tienen ahora la plaza solo para ellos. Quien se empoderó no fue el gobierno, sino los criminales: controlan totalmente 20 municipios y siguen asesinando, torturando, desapareciendo y secuestrando”.

Díaz Navarro afirma que hubo alguna esperanza de que la Guardia Nacional detuviera esta masacre. “Pero la realidad es que en Chilapa los ciudadanos hoy están moralmente derrotados”, afirma.

Durante los últimos años, los miembros del colectivo Siempre Vivos iban a Chilapa a buscar los restos de sus familiares, acompañados siempre por elementos de la Policía Federal. Desde la llegada de la 4T les suspendieron el acompañamiento. Los miembros del grupo deben internarse en los cerros bajo su propio riesgo, vigilados constantemente por “halcones”.

“Nos ha sido imposible hablar con Alejandro Encinas. Nunca nos ha querido recibir. Tratamos de hablar con el presidente López Obrador, pero solo nos recibieron un documento y nos dijeron que en un máximo de 90 días nos darían respuesta. Ya casi se acaba el año y la respuesta no llega”, dice el maestro.

El documento incluía lo que todo mundo sabe en Chilapa: el organigrama de Los Ardillos, así como fotografías y domicilios de sus miembros. La petición era que se ejecutaran las órdenes de aprehensión que todos ellos tienen pendientes.

Chilapa fue señalado como el municipio más peligroso para los políticos durante las pasadas elecciones y llegó a ser la tercera ciudad con más homicidios dolosos. Ahí acribillaron a candidatos y candidatas de todos los colores. Uno de los que contendieron por la presidencia municipal acaba de ser asesinado. Apenas el 30 de agosto pasado, dos hermanos fueron sacados de un billar y subidos a una patrulla de la municipal. Hasta la fecha siguen en calidad de desaparecidos.

Hace poco, mujeres de Chilapa aparecieron en un video, armadas y con bebés en brazos, exigiendo ayuda al presidente. “Llevamos meses de ser atacados por 200 sicarios del grupo delictivo Los Ardillos y no hemos recibido ningún apoyo de los tres niveles del gobierno”, dijeron.

El maestro Díaz Navarro dice que ya no se siente seguro en ninguna parte y ha decidido irse del país. Su cabeza, dice, está en la mira desde hace tiempo.
Miembros del colectivo, mientras tanto, planean realizar una protesta en la Corte Internacional de La Haya, “a ver si así voltean a ver a Chilapa”, concluye el maestro.

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