Hace muy poco, luego de criticar a todos y defender su incierto rumbo político, Enrique Peña Nieto dijo que no se metería en las elecciones de 2018. Debido a que su abanderado “ciudadano” (José Antonio Meade) sigue en el tercer lugar, muy lejos del puntero, López Obrador, el de Atlacomulco ya olvidó su promesa y se fue a Querétaro, cuna de Ricardo Anaya, a lanzarse contra sus adversarios y decir mentiras a pasto.

En el 101 aniversario de la Constitución mexicana, Peña Nieto dijo: Desconocer avances (sociales) es faltar a la verdad. Las acciones realizadas en décadas recientes (sic que no sabe medir el tiempo) impulsaron el desarrollo y el bienestar del país (La Jornada, 6 de febrero).

No entiende ese egresado de una institución privada, que el desarrollo económico es crecimiento más cambio social, por lo que hace décadas no hay desarrollo en México. Tanto así que supimos a través de una investigación de la UNAM: hace 30 años la canasta básica para una familia se cubría con 5 horas de trabajo diario y ahora no alcanza ni las 24 horas de un día laborando para satisfacer las necesidades de la prole (Sin Embargo, 6 de febrero). Menos hay bienestar en un país que es de los más desiguales del mundo, según instituciones globales.

Más adelante Enrique señaló: Las propuestas en tiempos electorales deben tomar en cuenta lo que se ha hecho (ídem). Algo en lo que tiene parcialmente razón, pero no para seguir por el mismo camino, sino con el objeto de no continuar por una ruta que ha experimentado su fracaso desde que la puso en operación Miguel de la Madrid y sus acólitos, pasando por los dos mandatarios panistas que han sido censurados incluso por sus antes compañeros de partido, ya

que el crecimiento es ridículo, insuficiente para las necesidades de los mexicanos: dos por ciento anual en promedio.

Para rematar, Peña Nieto afirmó: Desconocer los avances alcanzados “es faltar a la verdad, desinformar a la sociedad y degradar la política” (ídem).

Veamos lo ocurrido en el rubro de la violencia, para que notemos las aparentes mejoras que hemos tenido.

En Guerrero, asesinaron a dos sacerdotes junto con un maestro; el número de clérigos que han sido abatidos desde 2012, a la llegada del ejecutivo, es de 21, la cifra más alta en Latinoamérica. Ese mismo día, cayeron 10 en Chihuahua. También murió por balas, en esa jornada, Francisco Rojas, candidato del PRI a la alcaldía de Cuautitlán Izcalli. En Atlacomulco, tierra de Enrique, ultimaron a su tío, Maximino Montiel Peña. Y en Guerrero, asimismo, ultimaron a la bloguera, Nana Pelucas, cuyo nombre era Pamela Montenegro. Justamente entonces, se cumplió un mes del homicidio del periodista de El Universal, Gerardo Martínez, en Ciudad de México, sin que existan indicios de quienes lo liquidaron.

México, además, es el cuarto país más peligroso en el mundo para ecologistas: hasta 2017 han eliminado a 197 activistas.

Seguramente debemos ponernos de pie y aplaudir a quien ha posibilitado esos logros que todos compartimos.

Pasemos a otro asunto, según The Economist desde 2013, México ha retrocedido cuatro lugares en democracia y se encuentra en el sitio 66. Además es de los países más peligros para los periodistas (Sin Embargo, 5 de febrero). Algo que es terrible para este y los próximos meses, ya que iniciando las campañas electorales las zonas de conflicto serán mayores.

Tanto que para Sergio Aguayo (Reforma, 31 de enero), en 2015, según el INE, el 19 por ciento de las secciones electorales eran de “Atención especial por la inseguridad”; es decir, que hay una situación peligrosa en serio para que existan comicios limpios, transparentes y sin intervención de los mafiosos.

Así pues, en bienestar, violencia y democracia las cosas no han marchado para bien de la mayoría, sino en sentido contrario. Por eso es muy acertada la caricatura de El Fisgón (La Jornada, 6 de febrero): Esta Peña Nieto y dice mientras se le caen las hojas de un libro: “El 5 de febrero es el Día de la Constitución” y en otra parte señala: “El resto del año son los días de las Reformas a la Constitución”. Por eso, según especialistas, van más de 700 modificaciones a la antes sagrada Constitución.

Seguramente por ello, en una encuesta reciente (El Financiero, 6 de febrero), encontramos que Andrés Manuel López Obrador lleva 38 por ciento de intención del voto, Ricardo Anaya 27 por ciento y Pepe Meade, 22 por ciento. Y es que el famoso candidato ciudadano, que no lo es, presenta el signo de la continuidad, algo de lo que ya está harta la mayoría de la población.

Máxime que Meade, sin morderse la lengua por la Estafa Maestra y los cientos de millones de pesos que proporcionó a Josefina Vázquez Mota, siendo titular de Relaciones Exteriores, haya dicho sin sonrojo: “Nadie puede estar por encima de la ley” (Silla Rota, 6 de febrero).

Que la cosa está color de hormiga, lo muestra que hasta el publicista de la campaña negra contra Andrés Manuelovich, Antonio Sola, declaró: si hay condiciones normales en el 2018, López Obrador ganará la presidencia de la República (El Universal, 6 de febrero).

¡Sopas¡

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