Era un momento de incertidumbre, dolor y miedo. La enfermedad llegó con el nuevo año: en los primeros meses de 2020, los casos de Covid-19 se extendieron por el mundo entero. Los nuevos casos que aparecían sobre el mapamundi parecían abrir heridas en el cuerpo de la humanidad. Familias enteras se contagiaron, sus miembros sufrieron diferentes síntomas mientras el virus pasaba de una persona a otra. Los gobiernos tomaron decisiones que a la larga mostraron su falta de eficacia.

Médicos, enfermeros y personal hospitalario (limpieza, administración, farmacia, laboratorio, cocina) continuaron sus labores, en el lugar de combate, en una trinchera muchas veces improvisada, sin los medicamentos adecuados, sin equipo apropiado de protección personal, cubriendo turnos de doce horas en los que no había descanso. Muchos regresaban a casa exhaustos y con miedo de contagiar a sus familiares. Dejaron de abrazar a sus hijos. La intensidad de la jornada les perseguía en sueños.

El doctor David Barbe, de Estados Unidos, expresidente de la Asociación Médica Mundial, declaró: “Hay muchos médicos en el mundo que no se sienten agradecidos o respaldados por los riesgos que han tenido o los sacrificios que han hecho en la atención de los pacientes con Covid. Muchos están desmoralizados. Muchos sienten que sus gobiernos y en algunos casos los hospitales los han abandonado. Algunos sienten que se han aprovechado de ellos”.

Durante los últimos dos años, hemos necesitado de su labor: los seres humanos portamos un cuerpo frágil, expuesto a múltiples riesgos: infecciones, fracturas, intoxicaciones, desarrollo de trastornos de todo tipo, pérdida de los sentidos.

Algunos nacen con enfermedades genéticas. Otros tienen que enfrentar desafíos derivados de la pobreza, como la desnutrición y la falta de higiene o de cuidados médicos desde el nacimiento.

La doctora sueca Heidi Stensmyren, presidenta actual de la Asociación Médica Mundial, dice que la atención médica ha sido llevada a su límite: “Todos hemos enfrentado desafíos profesionales durante la pandemia y un virus virulento todavía hace estragos en el mundo. Los médicos han estado en primera línea, arriesgando sus vidas y las de sus familias para prestar atención a pacientes que se han enfermado con Covid-19. Las condiciones de trabajo sobrepasan los desafíos”.

El pueblo expresa su reconocimiento a los médicos con los medios que tiene a su alcance. En ciudades de España, los vecinos salían a su balcón a aplaudirles, durante la primera etapa, cuando estaban confinados. En Italia y Polonia, los artistas han pintado murales. Los hospitales públicos de México están llenos de obras de arte donde aparecen los médicos como héroes. En mayo de 2021, la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia de la UNAM develó un enorme mural: “ENEO, vocación por la vida”. El rector, Enrique Graue, declaró: “La obra de Alfredo Nieto expresa todo lo que la enfermería representa: una vocación de vida y por la vida. Esta profesión se sustenta en espíritu de servicio, empatía, eficiencia y discreción”.

Al final de la pandemia, muchos olvidan el heroísmo del personal de salud. Al retomar las actividades cotidianas, actúan como si no hubiera pasado nada. Como si no hubiéramos vivido en peligro, al filo de la navaja.

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