Desde hace más de cinco años, recién estallado el escándalo de la detención de Elba Esther Gordillo, había especialistas que advertían ya de un proceso que podría, dramáticamente, caérsele al gobierno de Peña Nieto para convertirse en una de sus peores pifias.

Tuvieron razón, fieles a la costumbre de la administración, los hombres del sistema nunca escucharon.

Y es que Elba Esther Gordillo nunca lavó dinero como lo hacen los narcos pero, eso sí, usaba recursos del SNTE para pagarse lujosos atuendos en Chanel, Prada, Escada o Hermés, viajes en vuelos privados, decenas de Hummers que “regalaba”, ser VIP de Neiman Marcus y cliente distinguida de Tiffany, obras de arte valuadas en seis ceros americanos o casas en distintos países y en distintos continentes, además de cualquier exceso que pudiera pasarle por la cabeza, al final, su imaginación era el límite con una cartera que nunca se vaciaba.

Elba, la maestra, es uno de esos personajes imprescindibles para comprender a un sistema podrido desde hace mucho tiempo, puede ser un símbolo de poder a través del chantaje institucional, un ejemplo vivo del cochupo y de la traición en una caricatura descarada…

Pero, a pesar de todo, Gordillo no lavó dinero como lo hacen los narcos, como quisieron acusarla.

El Sindicato era su siervo, siempre sumiso bien y de buenas, los maestros agremiados le aprobaban y le consentían todo. Todo.

Los maestros le confiaban el destino de sus carreras, creían que había democracia interna y nadie veía mal que su lideresa (¿vitalicia?) se gastara una fortuna en excesos que salían de sus cuotas. Todos eran felices, felizmente sobajados y subyugados. Así era el guión, quien se saliera (sin permiso) podría enfrentarse a la furia de Elba y terminar mal. Muy mal.

Elba no lavó dinero ni se robó nada, todo le fue dado en “libre albedrío” por sus millones de agremiados, es una chapuza jurídica como estrategia de defensa que le ha resultado exitosa; si detrás de todo eso existe una montaña de corruptelas muy poco o nada importa para el destino de Gordillo, para su la libertad, que parecía trazada desde el momento que puso un pie en la cárcel.

Al final de cuentas, la historia se repite con todos los otros sindicatos que, tan democráticos y tan eficientes, han mantenido a sus líderes encarnizados al poder y groseramente millonarios. Elba Esther no es un caso atípico.

Lo atípico fue la estrategia de poder que utilizó la administración de Peña Nieto, fue pensar que podrían seguir manteniéndola en prision a pesar del fin de su mandato o que la Reforma Educativa estaba garantizada con su encierro.

Quisieron aplastarla y terminaron empoderándola, quizá como nunca. Lo interesante no va por los errores del pasado sino por las jugadas del futuro: ¿Será considerada como una aliada?

DE COLOFÓN.- Es muy simple, existen indefendibles y ya.

Google News