Durante 30 semanas de las más de 40 que ha sumado esta pandemia he compartido, #DesdeCabina, reflexiones muy variadas sobre la sorpresa, el temor, las reacciones que propios, sectores, organizaciones y seres cercanos hemos tenido durante al contingencia. Esto sin duda no ha sido fácil para nadie.

Sin embargo, la vida sigue y por lo que se observa, igual la pandemia. Las cifras, cualesquiera que sean ellas, mostradas por los diferentes niveles de gobierno o autoridades internacionales en la materia, no parecen dar tregua; las vacunas, junto con el componente mediático, místico y sin duda político, seguro mitigarán en algo la contingencia sanitaria, esperando que tanto la lógica que acompaña al término inmunidad de rebaño, como la cantidad de vacunados provoque el tan anhelado control y aplanamiento, con tendencias reales a la baja, de la curva de contagios en el país.

En este nuevo concierto mal o bien llamado nueva normalidad, tenemos que tocar todos, las disonancias son ahora provocadas por aquellas voces que se empeñan en no cuidarse, en inventar cualquier pretexto, verosímil o no, para reunirse y ponerse en riesgo abierta o de manera vedada, y provocando con ello, la extensión en tiempo, de esta condición.

En esta última entrega de la serie el Verdadero Virus  retomo una de las tesis que presenté en la primera entrega hace casi diez meses, el origen de esto que vivimos es el resultado de una u otra forma de la manera en que tratamos al planeta, de la forma en que producimos y consumimos nuestros alimentos, del desorden al que sometemos nuestro cuerpo y ambiente para dar cabida a un consumismo atroz y voraz. El virus de este planeta, no es el que habita en seres diminutos, microscópicos o macroscópicos; es el que se ha anticipado en cientos de novelas y textos filosóficos o de ficción, el virus de la humanidad es el hombre.

Sin que esto suene a despedida -porque #DesdeCabina continúa-, esta serie concluye no por escasez de temas sobre los cuales reflexionar en esta condición que aún no supera la humanidad, sino más bien por la lógica a la que esta pandemia nos ha invitado, cuando descubrimos o reconocimos, por allá del cuarto o quinto mes -según cada quien-, que esto iba para largo, y hoy una vez superadas las fiestas de fin de año, aquellos que estamos aun con salud, o que la vimos violentada sin mayores consecuencias, debemos de sacar el pie de la casa de campaña de manera definitiva y adaptarnos a este mundo, de por sí ya complejo y retador.

Estamos llamados a convivir y coexistir con el virus entre nosotros, y al igual que lo hemos hecho después de cataclismos en diferentes momentos de la historia de la humanidad, seguro encontraremos la forma de salir adelante, ya sea adaptando por completo la forma de vivir en la tierra, o migrando en busca de un nuevo huésped, ya sea artificial o identificado para albergar y reproducir aquello a lo que nuestras generación conoce como la raza humana, el Verdadero Virus. Fin.

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