Estamos entrando al mes nueve de esta pandemia —nadie pensó que íbamos a llegar hasta aquí, o no queríamos pensarlo—, las organizaciones públicas y privadas se preparan para sus festividades y cierres anuales, ambos totalmente atípicos.
La conclusión financiera de las organizaciones no es necesariamente positiva, por no decir catastrófica en algunos casos, y los escenarios de recuperación para la gran mayoría siguen siendo una incógnita cuyos signos de interrogación se extienden en dimensión horizontal y vertical (en tamaño y en el tiempo). El cierre del presente año y la apertura del siguiente no se ven fáciles.
Con la conclusión de las operaciones del año, de aquellos y aquellas personas físicas o morales —ya me vi demasiado jurídicamente propio— o de nuestra actividad como parte de alguna organización o dependencia, buscamos cerrar lo poco o mucho que hemos podido lograr cuando ya se avizora la finalización de este atípico 2020.
Las instituciones educativas por nuestra parte contabilizamos, en lo positivo, aquellas acciones de supervivencia y adaptación que han fortalecido o despertado ese estadio tan discutido y compartido en estos tiempos, la resiliencia; en lo negativo, también con tristeza hemos tenido que dejar ir personas, proyectos, o reducir alcances en estos últimos por las complicaciones presupuestales o simplemente por la dificultad que ha significado la operación en estas condiciones sanitarias, siendo lo más lamentable la pérdida de algún compañero, de algún familiar o de algún conocido. El balance creo yo, tiende a lo positivo, si es que nos encontramos en la posición de contar con empleo y sobre todo con salud.
Para las organizaciones productivas los escenarios de cierre y apertura son variados e igualmente pueden contrastarse según el tamaño, velocidad y capacidad de adaptación que la organización haya generado a lo largo de su historia.
Están aquellas que han tenido que cerrar o concluir operaciones —una gran cantidad desafortunadamente—, y por otra parte aquellas que han aprovechado esta condición sanitaria para sacar al emprendedor, estratega y hábil ejecutor que llevan en su ADN —quizá un poco adormilado—, buscando aprovechar el momento que ha durado muchos meses, para reorganizarse, diversificarse y mantenerse a flote en resumidas cuentas. Para ambas casos la experiencia ha dejado sangre, sudor y lágrimas en el trayecto.
En el caso de los gobiernos la historia no ha sido diferente. Con la tremenda responsabilidad que conlleva procurar las condiciones de gobernabilidad, comunicación, transparencia y sobre todo entereza para hacer frente con los recursos de que las tesorerías estatales o municipales dispongan y sobre todo, recurriendo a ejercicios de disciplina financiera, fiscalizadora y sobre todo congruente entre lo que espera y hace la ciudadanía —que a veces no hacemos— y el deber de los ejecutivos.
El cierre de año y la apertura del siguiente en los diferentes niveles de gobierno no solo deberá ser congruente sino además, abiertamente empático con la realidad que una recuperación en lo laboral, educativo y económico espera con urgencia la sociedad.
Este martes #DesdeCabina se observan condiciones en la pista de aterrizaje para el cierre del vuelo de este 2020 lleno de turbulencias y una que otra avería; y esperamos contar con las condiciones y todas las reparaciones atendidas para la apertura del vuelo 2021. Todos anhelamos un poco de paz y sobre todo algo de certidumbre.