Desde casa, con una computadora frente a mi, con decenas de reuniones virtuales para concluir el mes y con unas ganas enormes de regresar al trabajo, sea como sea —pero con seguridad para todos por supuesto—, veo con una mezcla de tristeza, asombro, y aún con la incertidumbre a flor de piel, los vaivenes que esta pandemia esta causando a todo y a todos; la actividad económica, educativa y social en lo general, que no acaban de cuajar, la insensibilidad de muchos por “retomar”  —aunque ha sido visible que para esos muchos, la vida no cambio del todo— la normalidad de las actividades a toda costa, sin querer entender que los sistemas de salud pueden ser rebasados con bastante facilidad si nos descuidamos, poniendo en riesgo no solo a las familias relacionadas con el sector salud —que literalmente se desviven en hacerle frente a la pandemia desde la primera línea—, sino a todos en general.

Sin embargo, aún en medio de este aparente caos, ese que vivimos en casa y desde casa, con salidas eventuales para las actividades imprescindibles, puede, y se debe además, hacer el esfuerzo por retomar al 100% o al 110% aquello que fue abruptamente interrumpido y que tuvo la necesidad de adaptarse rápidamente a esta colaboración y trabajo distantes.

Para muchos, estos meses han significado esa oportunidad para reconstruirse personal y laboralmente, emprender negocios, hacer mejoras en casa o iniciar procesos de transformación en sus organizaciones; para otros, ha representado por el contrario, tocar fondo en sus negocios, estresar sus relaciones personales o incluso perder su salud por completo. No existen absolutos en estas clasificaciones simplistas, a todos y cada uno de nosotros nos ha afectado de una u otra manera, en mayor o menor medida, esta crisis sanitaria.

Pero aún conscientes de las afectaciones naturales por los cambios y adaptaciones personales y laborales, es imprescindible que la vida siga, que mantengamos el ritmo de reuniones, de seguimiento a proyectos, a eventos y términos a los que se debe de dar salida, a los que debemos toda nuestra atención y compromiso. Puede parecer muy simple decirlo, pero esta más que comprobado que en la medida en que recuperemos el ritmo de actividades y la diversidad de las mismas (como en condiciones normales), la transición y adaptación será más poderosa, fluida y sobre todo, eficaz.

Prueba de estos niveles de adaptación se observa en las instituciones de educación queretanas —y me atrevo a suponer que también instituciones educativas de todo el país—, cuya vida institucional (académica, de vinculación y mejora, por mencionar solo algunas) no se detiene y más aún se potencia de formas muy creativas. Desde la continuidad de las actividades educativas por medios digitales, los eventos de graduación de cientos de jóvenes que, coordinados igualmente en línea, son felicitados por autoridades, padres y toda su comunidad institucional; los eventos e inauguraciones semi presenciales o totalmente en línea, haciendo uso de recursos y convocatorias para acompañar, y sobre todo para demostrar a todos, que aún en estas condiciones, debemos y tenemos la obligación de transformar estos retos en oportunidades, porque nos guste o no, con todo y pandemia, la vida sigue.

Rector de la UNAQ
@Jorge_GVR

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