Cómo resistir el aburrimiento, el confinamiento en casa, los mismos espacios; de la sala al comedor, a la cocina, a la recamara, las necesarias visitas al baño, el jardín, pequeño o grande, pero al menos algo de color y un diminuto respiro de naturaleza. De vuelta a la sala, al comedor, alternando la oficina entre uno y otro, escuchando los mismos sonidos día tras día. El contacto con el exterior es eventual y obligado para abastecer la alacena, para las visitas médicas y de paso, con ello, para distraerse o atemorizarse al observar cómo está cambiando todo, incluso nosotros mismos. Pasan los días, las semanas. Ya vamos para cuatro meses de esta rutina.

Para muchos, sostener este ritmo de vida, lejos de resultar novedoso, ha significado incluso una oportunidad para reencontrarse laboral, familiar o personalmente; sin embargo para otros ha sido la puntilla para descuidar más la salud física y mental, dando paso a deterioros personales que seguro impactarán el regreso que se avizora cada día más cerca.

La RAE define a la resiliencia como la “Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. Muchos conocemos grandes ejemplos de seres que ejemplifican a la perfección, con su persona, esta definición; Nelson Mandela, Ana Frank, son algunos de ellos. Pero, qué hay de los países u organizaciones, que sin ser entes vivos, también se encuentran sujetos a perturbaciones y situaciones adversas; cómo se preparan las instituciones educativas, los organismos productivos o los gobiernos, para resistir los embates de condiciones tan complejas, que en algunos casos, pueden volverse cíclicas, o aquellas súbitas que llegan sin decir !agua va¡. Para esto hay que estar preparado, para actuar o cuando menos, para no apanicarse.

En la voz de algunos expertos del Centre for Costumised Executive Development de la Cranfield School of Management, citados por el portal de expansión ion hace algunos años, se definía, por ejemplo, que la resiliencia organizacional es esa capacidad que tienen o desarrollan las organizaciones para anticiparse a eventos clave relacionados con tendencias emergentes, a los constantes cambios, y sobre todo, a recuperarse después de desastres y crisis. Las organizaciones resilientes “aprenden” a estar listas, atentas y motivadas para prever escenarios probables que pudieran impactar positiva o negativamente la operación, poniendo en grave riesgo a la empresa y sus trabajadores. Es más que claro el escenario que hoy vivimos todos, una realidad que entre provocada y desdeñada por nosotros mismos, nos mantiene a raya de esa “normalidad” a la que llamábamos vida cotidiana.

Hoy #DesdeCabina, cumpliendo 13 entregas de esta serie, reflexionaba sobre todo aquello que hacemos o dejamos de hacer como individuos, todo aquello que abona o resta al nivel de resiliencia que tenemos en el contexto actual de la humanidad. Qué estamos haciendo como personas, como parejas, como familias, como organizaciones o como gobiernos y países. Qué hacen los demás para fortalecer su nivel de resiliencia, que hoy no estamos haciendo algunos, y que nos pone cada vez más cerca de una extinción como especie. Cuál es nuestro nivel de resiliencia, ¿se lo han preguntado?. Continuará...

Rector de la UNAQ
@Jorge_GVR

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