Es difícil aún predecir el impacto que tendrá esta pandemia en nuestra sociedad, en la vida cotidiana, en los medios de transporte, en la forma en que conviviremos de aquí en adelante, en la manera en que serán producidos los bienes y entregados los servicios. El impacto, como lo he comentado en esta serie en repetidas ocasiones, aún es inconmensurable.

Muchas industrias, para sobrevivir, están recurriendo a la práctica más natural de los diversos sectores: recortar las operaciones de menor desempeño, reducir gastos y buscar no perder contratos, manteniendo la operación mínima suficiente para sobrevivir. Para el caso de la industria de la aviación, según las diversas fuentes y organizaciones estratégicas, el horizonte se ve aún más lejano.

Algunas fuentes indican que la recuperación de las aerolíneas, con volúmenes de operación similares al cierre de 2019, podría verse después de 36 meses; si se traslada esto a la industria de fabricación de componentes y sistemas de aviación y a la industria del mantenimiento de aeronaves, la situación se anticipa doblemente complicada.

La educación no se ha quedado atrás en lo absoluto respecto del impacto que tendrá producto de la más reciente pandemia de la humanidad.

Hoy enseñar involucra no solo el conocimiento del tema o temas específicos, ya sea ciencias, cómputo, electrónica, programación o aeronáutica, por mencionar algunos tópicos universitarios o preparatorianos, también demanda en los docentes competencias específicas para el desarrollo de contenido en línea, habilidades para la utilización de un sinfín de herramientas para convocar, integrar, mantener motivados y hacer seguimiento de sus estudiantes. 
Sin embargo, no todo recae en los profesores y sus competencias, las instituciones educativas, sean del nivel que sean, igualmente deben integrar —hoy más apresuradamente que nunca— las capacidades técnicas, humanas y las estrategias para integrar o migrar los contenidos y modelos de enseñanza presencial hacia esquemas mixtos, semipresenciales o totalmente en línea.

Tanto se ha reconfigurado la realidad, que, en estos meses en que se ha reducido la operación de vuelos comerciales hasta en un 95% en la región, y las aerolíneas han perdido valor, que incluso es más valiosa la empresa de servicios de video llamadas y reuniones —cuyo nombre inicia con la última letra del abecedario— que las 7 siete aerolíneas más valiosas del mundo juntas. La estimación de la valoración de la empresa de tecnología ronda los 50 billones de dólares americanos.

En resumen, la adaptación que habremos de articular las instituciones educativas —para antier— deberá de ser estructural en muchos sentidos y debemos ver este momento histórico en la vida de la humanidad, como una gran oportunidad para reinventarnos, revaluar y potenciar aquellas ventajas competitivas que las instituciones decimos tener, para integrar nuevos ambientes y entornos de enseñanza, con profesores y una gestión universitaria empática, y respaldante del nuevo entorno, de tal suerte que se redefina el eje de la flexibilidad educativa y operacional de los modelos de enseñanza para la construcción de individuos resilientes y flexibles a toda prueba.

La nueva fórmula en la educación y en la  nueva realidad —o la nueva normalidad, porque muchas cosas dejarán de ser normales— deberá ser la flexibilidad.

CONTINUARÁ...

Rector de la UNAQ
@Jorge_GVR

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