Es grande la lista de motivadores que han provocado la división que ha azotado a nuestro país desde hace siglos, los diferentes momentos y transformaciones sociales que hemos vivido como sociedad, la diversidad de regiones, usos y costumbres, además de las implicaciones ideológicas a que dichas regiones, grupos sociales y etnias hemos estado expuestos a lo largo de los últimos siglos de nuestra historia. No es el caso enumerar todos estos motivadores.

Por si no fuera suficiente, en esta etapa tan disruptiva que vive la humanidad, queda igualmente conferir un calificativo más a la pandemia que vivimos desde hace semanas, como separadora de las sociedades, no solo en lo físico, sino en lo emocional e ideológico. Esta separación se vive en muchos ámbitos, en las calles, entre los niveles de gobierno e incluso aún más cercano, entre las familias. Sí, la polarización ha llegado incluso a este extremo, familias enteras divididas no solo por la distancia sino también por la diferencia de opiniones e incluso la credibilidad de la existencia o no de la pandemia, del sufrimiento de muchos, cuyos familiares cercanos están sufriendo los estragos del COVID. Esta separación es verdaderamente dolorosa.

Hoy que la pandemia ha rebasado los 4 millones de contagios confirmados según la World Health Organization (ver covid19.who.int) con más de 278 mil muertes “reportadas” -es difícil conocer con certeza la totalidad de las cifras-, parece increíble que la gente aún se perciba ajena a este fenómeno de salud pública mundial y que sean tomadas con ligereza, por no decir con desánimo o molestia aquellas medidas recomendadas por las autoridades. La evidencia es más que clara dada la velocidad con la que el virus sigue propagándose, la cantidad de contagios se duplica cada vez en menor tiempo, lo que nos acerca al límite de la capacidad de atención de los servicios de salud, es decir, si no ponemos atención en las recomendaciones de quedarnos en casa y seguimos trasladándonos innecesariamente podríamos provocar una condición de salud pública aún más grave.

Sin embargo, a pesar de que las autoridades estatales -desde mi muy particular punto de vista- se han empeñado en transmitir la importancia, por no decir la urgencia, de atender las indicaciones del resguardo en casa, de evitar los traslados innecesarios, seguimos insistiendo en no hacer caso. Claro esta que es materialmente imposible, para aquellos cuya actividad laboral no puede detenerse o simplemente se ven impedidos a permanecer resguardados, pero para los que tenemos la fortuna de poder desempeñarnos desde casa, la cosa debería de ser diferente y la obediencia debería imperar sin duda.

Otro signo de la división del COVID19 es justamente esta diferenciación entre los que si pueden distanciarse y los que no. Es en verdad penoso, por no calificarlo de otra manera, que a las personas que se desempeñan en el sector salud y que viven desde la trinchera de los hospitales o sectores asociados, se les “señale” o incluso hasta se les llegue a agredir de  forma verbal sino es que físicamente. El temor y la ignorancia son los peores consejeros y a su vez los mejores catalizadores para esta nueva división de la sociedad, la generada por esta pandemia. CONTINUARÁ...

@Jorge_GVR

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