Escribo desde mi oficina improvisada en casa —me siento afortunado por contar con un espacio para hacerlo—, han pasado dos semanas desde que empezaron a tomarse acciones contundentes en algunas entidades de la República para disminuir el comportamiento de la curva de propagación del Covid-19, y entre noticias apresuradas, nuevos memes, videos con variedad de explicaciones sobre la lógica pandémica, sobre los cuidados y protocolos para salir y regresar a casa en estos momentos —algunos muy buenos—, avalanchas de mensajes de texto —hablo de cientos en verdad— en la plataforma del auricular encerrado en un ícono de mensajes y fondo verde, en medio de todo esto me esfuerzo por adaptarme. Soy afortunado por tener la posibilidad de hacerlo.

Sin embargo, para más de 70 millones de connacionales, la realidad puede ser distinta, la necesidad de ganarse el sustento cada día, descontando a todos aquellos que por el tipo de trabajo que realizan se ven obligados a salir de casa diariamente, exponiéndose al posible contagio. Este nivel de fragilidad como sociedad es un gran tema público en las naciones, tema que en esta segunda entrega quiero traer a la reflexión #DesdeCabina, la vulnerabilidad del ser humano.

Y es que la vulnerabilidad es tal, que cosas tan simples, pero tan necesarias para las personas, como la convivencia y cercanía física, se han visto disminuidas a la mínima expresión: llamadas telefónicas o saludos distantes para los que queremos, desde el auto (cuando se aventura uno a dejar la casa para la compra de víveres o visitas médicas); todo se ha vuelto frágil. La rutina cotidiana, el encierro y la adaptación de hábitos, la participación en tareas domésticas para hacer la convivencia llevadera, los esfuerzos por lograr la continuidad en el trabajo de la manera más productiva posible y, en general, el máximo aprovechamiento del tiempo mediante la tecnología, la creatividad y motivación de por medio, todo ello se ha vuelto la agenda en estos momentos. Mi hija adolescente me dijo hace un par de días, “... sabes papá que los seres humanos, con toda la tecnología y avances que tenemos, ansiamos hoy más que nada un abrazo y el contacto físico de los que queremos y que no se encuentran con nosotros. Necesitamos salir y convivir, tomar un helado, ir al cine...”

De nivel microscópico, como lo es el Covid-19, ha puesto a los países y a los modelos económicos, del primero hasta el tercer mundo, de rodillas; la falta de previsiones estratégicas en políticas de salud, educación, o economía hoy se extrañan más que nunca. Debemos aprender de ello, al igual que hemos aprendido de grandes momentos en la historia de la humanidad.

Nuestra vulnerabilidad lejos de ser algo de incomodidad doméstica o laboral, ejemplifica, con total claridad, la necesidad que tenemos como seres pensantes, de entender la evolución de las especies y fortalecernos con ellos. Tenemos dos posturas ante la pandemia que estamos viviendo, quejarnos y despotricar contra todo y contra todos, o podemos salir fortalecidos, entendiendo que muchas cosas que hoy vemos como exageradas han llegado para quedarse y que la condición de nuestra sociedad, como hoy la concebimos, deberá cambiar. Estamos llamados a evolucionar, como cualquier organismo vivo, y prueba de ello es la vulnerabilidad que hoy vivimos. Continuará...

Google News