Hijo, él es mi amigo que organizó por lo menos 15 de las 40 Marchas de México.
—¡Bienvenido a Querétaro, señor! 
—Amigo, siglos sin verte. Tú estás igualito. Qué alegría poderte abrazar en vivo, y no nada más por mensajitos. Él es mi nieto, ¿te acuerdas cómo corría como loco por los pasillos del teatro cuando era niño?
—¡Claro que me acuerdo! Creciste muchísimo, y te pusiste tan guapo como tu abuelo. 
—Amigo, la verdad nunca pensé que estuvieras hoy aquí, con eso de que apenas ayer fue la Marcha allá en México.
—La Marcha de la Ciudad de México, apenas va a ser, como siempre, el último sábado de junio. 
—Y entonces, ¿la Marcha de ayer?
—Amigo, la Marcha de ayer fue coptada por el gobierno de la Ciudad de México desde hace muchos años, y vendida por integrantes del mismo colectivo LGBT, a cambio de puestos políticos. El alma original de la Marcha ya se había perdido, por eso decidimos retomar su espíritu original, y reunirnos los sobrevivientes del siglo XX y hacer la Marcha original, el 30.
—Yo te entiendo, pero, ¿qué te parece si le cuentas a mi nieto a lo que te refieres? Para que vaya aprendiendo el niño.
—En 1979 se llevó a cabo la primera Marcha del Orgullo Homosexual en el DeEfe. Yo acababa de llegar a la ciudad, y sin saber de su existencia, participé en ella solo como marchante.
—Disculpe, señor, pero, ¿por qué le llamaban Marcha del Orgullo? ¿Estaban orgullosos de ser homosexuales?
—¡Sí! Orgullosos de ser. En los 70’s nos habían hecho creer que estábamos enfermos mentalmente, que le estorbábamos a la sociedad, que dábamos asco, y que Dios no nos amaba. Nos dijeron tantas cosas… Tantas cosas nos dijeron, y lo único cierto de todo eso, es que nada era verdad. Y ahí estaba la ICM(*), para demostrarnos que Dios nos amaba, ¡la misma Constitución Política de México nos amparaba! Aunque los otros, quienes tenían el control, nos querían hacer creer lo contario. 
—¿Para qué marchaban?
—Para exigir nuestro derecho de amar libremente. Para exigirle al Estado que gobernara para todos por igual. Y aunque sabíamos que nos podían tirar los dientes de un guamazo, salíamos convencidos a la calle a gritar para exigir nuestros derechos, porque solo así, nos hacían caso.
—Fíjate Hijo, que durante la organización de esas Marchas, fue cuando lo conocí. Cuando nadie creía en el valor y la importancia de las Marchas del Orgullo, él organizó en su depa de Tlatelolco, dos, y ya después como no cabíamos, buscamos lugares más grandes. Desde ahí comenzamos a luchar juntos. Él inventó El Evento Final, donde se presentan los artistas, al final de la Marcha, antes del acto político.
—Señor, pero, ¿por qué hacer dos Marchas?
—El otro día le explicaba a mi nieto, que yo veía sano que hubiera dos opciones, ya que cada Marcha lleva consigo el alma de quienes la convocan y la organizan. Y cada quien encontrará su propia identidad en alguna de las dos, ¡o en ambas!
—Tienes razón, amigo. Finalmente ha sido muy buen ejercicio anímico para quienes aún quedamos con vida de aquella primera generación, reencontrarnos. Hacer un análisis de hacia dónde se han cargado los dados. Las generaciones del siglo XX primero luchábamos por la visibilidad, después por el respeto, posteriormente por la tolerancia, y en la actualidad, por la aceptación. 
—Quizá tenga que ver un poco con esa lejanía de intención, con ese descompromiso por defender nuestros derechos, y no usarlos, sino abusar de ellos. 
—Abuelito, creo que a mi generación nos toca la misión de hacer una marcha divertida, pero también comprometida. 
—¡Los invito a comer!
josuequino@gmail.com
*ICM: Iglesia de la Comunidad Metropolitana, fundada en 1968.

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