No lucen bien las posibilidades de que se ratifique el Tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá. Los vientos políticos en los tres países son adversos.

En Canadá habrá elecciones antes del otoño. El Primer Ministro Trudeau se encuentra en un grave embrollo de tráfico de influencias y buscará resolver ese asunto antes de convocarlas. Con su reelección en peligro, sería suicida someter a ratificación el TMEC ante un parlamento no encuentra ventajas para Canadá con la suscripción del nuevo tratado.

En EU, la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes anticipa una serie de modificaciones al texto, lo suficientemente sustantivas como para arrebatarle el triunfo que se atribuye Donald Trump. Ya con la mente en las elecciones del año próximo, los cambios que se vislumbran por parte de los demócratas vendrían en lo laboral y ambiental. Ambos significarán un reto muy importante para México, incluyendo cambios en la legislación mexicana.

Por parte de EU, el riesgo más alto es que Trump rechace las modificaciones propuestas por los demócratas y amenace o de plano decida invocar la cláusula de terminación del TLCAN. No sería remoto, que ponga un ultimátum por el cual, o se acepta el TMEC como está redactado o América del Norte se queda sin tratado. En ese escenario, quizá lo más conveniente fuese que Canadá y México aceleren la ratificación para forzar a que Estados Unidos discuta, lo que quiera, pero siempre dentro de los márgenes de mantener un acuerdo regional.

El caso mexicano no es menos complicado. A pesar de que existe consenso entre Morena y la oposición en cuanto a contar con un tratado, el Congreso tiene que aprobar profundos cambios en las leyes laborales. Para decirlo rápido, tendrá que aprobar una sentencia de muerte para todos los líderes y caciques que han encabezado desde hace décadas al sindicato petrolero, al de los electricistas y ferrocarrileros, la CTM, entre otros. Para que nuestros socios en EU y Canadá puedan aprobar el texto del TMEC, en los tres países debe imperar la libertad y la democracia sindical. Su discurso en contra de la corrupción ayuda a removerlos de sus cargos. Pero su olfato político le inclinará a buscar primero a sustitutos que simpaticen con su proyecto.

El capítulo ambiental es tanto o más complicado que el laboral. Entre el Tren Maya que será cuestionado por grupos ecologistas de todo el mundo y la preferencia por usar carbón para generar energía eléctrica. Si no se presenta un plan viable, creíble y sustentable, los congresos en Washington y en Ottawa rechazarán el TMEC, con el consecuente impacto en el comercio, las finanzas y las inversiones para México.

Internacionalista

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