Fue el 8 de noviembre de 1519. Quizás caminaban a paso lento, dubitativos, tal vez pensando las palabras para dialogar con el extraño que tendrían enfrente. No tenemos los detalles, ni las dos versiones del primer encuentro entre el Huey Tlatoani de Tenochtitlan, Moctezuma Xocoyotzin, y el capitán rebelde Hernán Cortés.

El español narra su versión del encuentro:

“Pasada esta puente, nos salió a recibir aquel señor Mutezuma con hasta doscientos señores, todos descalzos y vestidos de otra librea o manera de ropa asimismo bien rica a su uso, y más que la de los otros, y venían en dos procesiones muy arrimados a las paredes de la calle, que es muy ancha y muy hermosa y derecha, que de un cabo se parece el otro y tiene dos tercios de legua, y de la una parte y de la otra muy buenas y grandes casas, así de aposentamientos como de mezquitas, y el dicho Mutezuma venía por medio de la calle con dos señores, el uno a la mano derecha y el otro a la izquierda, de los cuales el uno era aquel señor grande que dije que había salido a hablar en las andas y el otro era su hermano del dicho Mutezuma, señor de aquella ciudad de Iztapalapa de donde yo aquel día había partido...”

La versión de Moctezuma no ha llegado; hecho prisionero, moriría a manos de los españoles (apedreados por los mexicas, según los propios castellanos). En la crónica Mexicayotl, de Fernando Alvarado Tezozómoc, se menciona que en el año 1-caña “fué cuando entrara a Mexico Tenochtitlan “don Fernando Cortés, Marqués del Valle”, en el 10-Quecholli del cómputo mensual de los ancianos, o sea el “23 de noviembre”; le salieron a encontrar los reyes: el 1º, él, el señor y rey Motecuzoma Xocoyotl, el 2º Tetlepanquetzatzin, rey de Tlacopan, el 3º, el llamado Cacamatzin, rey de Aculhuacan Tetzcoco, el 4º, el llamado Itzcuauhtzin, el “Tlacochcalcatl”, el “Cuauhtlatohuani” de Tlatilolco; son ellos quienes les salieron a encontrar.”

De La voz de los vencidos, gracias al trabajo de Miguel León-Portilla, conocemos que el resultado final, tras dos años de ese encuentro, fue que en los caminos yacían los dardos rotos, casas destechadas, muros enrojecidos y que la herencia de los mexicas sería solo una red de agujeros.

500 años han pasado de ese histórico encuentro y muchas interrogantes y heridas siguen abiertas; ese encuentro que significó el abrupto y violento fin de una era, de la cultura mesoamericana y la muerte de unos dioses y, a la vez, el difícil parto de una nueva cultura, un dios hegemónico y la incorporación violenta al mundo occidental.

¿Cómo habrá sido ese día? ¿Qué dudas y certezas tendría Moctezuma? ¿Siguieron confiando los mexicas en Huitzilopochtli, Tezcatlipoca y Quetzalcóatl cuando un extraño venido de un mundo ajeno secuestró a su líder y se apoderó del centro de la gran Tenochtitlan y los dioses no respondieron contra el invasor? ¿Qué tanto pensaron los españoles que su triunfo en Otumba se debía a su apóstol Santiago y no a su armamento superior y la genial jugada militar que hizo un desesperado Cortés? ¿El Quinto Sol dejó de salir al no recibir más corazones sangrantes que ofrendaban los sacerdotes mexicas?

Nada sabremos con certeza qué pensaron mexicas y españoles en ese encuentro, pero los aniversarios tienen una virtud, sirven para repensarnos, replantearnos dudas.

Así, 500 años después, dos hombres de mediana edad que se dicen descendientes de Moctezuma y Cortés, con una vestimenta casual, distinta a la vestimenta imperial del Tlatoani o la militar del capitán español, se encontraron en el mismo punto cinco siglos después.

Federico Acosta Ruiz-Peinado, descendiente de Moctezuma, y Ascanio Pignatelli, de Cortés, se dieron un abrazo y procedieron a dialogar. Es el momento de empezar a dialogar los mexicanos con nuestro pasado y mirarnos en el espejo negro de Tezcatlipoca y reimaginarnos. ¿Disculpas? En otra ocasión tocaremos el tema.

Periodista y sociólogo. @viloja

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