La esperanza muere al último…

El tiempo juega en contra de los atrapados bajo los escombros. La espera desborda incertidumbre.

Hay quien cree en los milagros, sí, pero según la experiencia médica, el aguante del cuerpo humano en situaciones extremas es de 72 horas, porque los escombros provocan el aplastamiento de órganos, lo que puede causar que se lastimen más rápidamente, se destruyan y, finalmente, sobrevenga la muerte. Los tres días vitales se cumplen este viernes, a pesar del esfuerzo ejemplar de rescatistas, elementos de las Fuerzas Armadas y cientos de miles de voluntarios haciendo lo que tienen que hacer.

¿La luz de cuántas vidas extinguirá antes de que acabe de soplar la muerte?

La urgencia del rescate desesperado de la mayor cantidad posible de sobrevivientes sepultados vivos, oculta la verdadera magnitud de la tragedia.

El número de víctimas no sólo quedará en la cifra de muertos y heridos; el luto viene acompañado de la desolación de quienes lo perdieron todo.

Apremiado por la emergencia, se ha iniciado el censo de los 40 edificios derrumbados y entre 200 y 500 que amenazan con caer en pedazos en la Ciudad de México y las comunidades morelenses y poblanas, tocadas de muerte por el terremoto del martes; los daños van más allá de lo evidente. Grupos de peritos, arquitectos, ingenieros y personal de Protección Civil recorren calles y callejones en busca de inmuebles rotos

Debajo de escombros y daños irreversibles surgen historias patéticas.

Personas durmiendo en la calle; familias enteras pidiendo posada a los seres queridos; miles de capitalinos que se niegan a abandonar casas y departamentos que significan todo su patrimonio.

Hay demasiadas preguntas…

¿Cuántas construcciones quedaron inservibles?

¿Cuántas familias perdieron su hogar?

¿Dónde se van a alojar, por largo tiempo, todos los damnificados?

¿Cuál será el apoyo que podrán recibir?

¿Cuántos estarán en condiciones de adquirir una vivienda nueva?

En la capital del país aun se observan las cicatrices de los sismos de 1985; asentamientos irregulares, predios invadidos e inmuebles precarios, construidos para albergar a los afectados de hace tres décadas.

Esta vez, también podemos esperar algo parecido. Las profundas heridas del martes pasado no cicatrizarán mañana; tardarán lustros en sanar y, aun así, las huellas del desastre quedarán indelebles en la piel de la Ciudad de México y el resto de las comunidades afectadas en Morelos, Puebla, el Estado de México y Guerrero, sin olvidar al Istmo de Oaxaca y los 82 municipios afectados en Chiapas por el terremoto del 7 de septiembre.

El Presidente de la República ha anunciado que habrá ajustes presupuestales para el año entrante; una buena partida será canalizada al apoyo social y la reconstrucción urbana, sin embargo, nunca habrá dinero suficiente para atender los efectos de la catástrofe.

EL MONJE WIKIPÉDICO: Según el Servicio Sismológico Nacional y el Instituto de Ingeniería de la UNAM, el sismo del martes fue “intraplaca”, no es el típico choque de placas (“interplaca”) por lo cual no se esperan réplicas de consideración. Lo sucedido obedece a que un bloque grande de la placa continental de Cocos, bajo la placa de Norteamérica, se desprendió para caer en la profundidad del magma. México se encuentra en una zona de alta sismicidad debido a la interacción de 5 placas tectónicas (Norteamérica, Cocos, Pacífico, Rivera y Caribe) por esa razón no es rara la ocurrencia de sismos; en el centro nacional suelen ocurrir 40 temblores diarios. Hasta la fecha no se cuenta con técnicas científicas en ninguna parte del mundo para determinar cuándo o dónde ocurrirá un sismo, tampoco se puede saber su intensidad y menos los efectos que causará. La intensidad de un temblor se mide por la aceleración del movimiento del suelo. El detector en Ciudad Universitaria registró en 1985 una aceleración gravitacional de 32, sin embargo, el del martes pasado fue de 60, por eso se sintió tan fuerte. Este tipo de sismos son muy poco frecuentes en el mundo; suelen afectar bloques rígidos, como edificios entre 4 y 7 pisos principalmente…

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