Se realizó en Tijuana, Baja California el segundo encuentro entre los candidatos a la presidencia, organizado por el Instituto Nacional Electoral (INE). El tema principal fue “México en el mundo”. Vimos un nuevo formato en la participación de los candidatos, les permitía recorrer un espacio y el público presente les pudo hacer algunas preguntas.

Anteriormente comentamos que un debate sirve para conocer y defender las opiniones acerca de un tema específico. Para facilitar la toma de decisiones sobre algún tema. Para sustentar y dar elementos de juicio. Para ejercitar la expresión oral, la capacidad de escuchar y la participación activa.

El debate es un acto de comunicación que consiste en la discusión de un tema polémico entre dos o más personas, tiene un carácter argumentativo, está dirigido generalmente por una persona que asume el carácter de moderador para que de este modo todos las y los participantes en el debate tengan garantizada la formulación de su opinión y poder conocer las distintas posturas sobre un determinado tema.

Con los debates se pretende que la ciudadanía conozca las propuestas y cualidades de los candidatos y tenga mayores elementos para generar una percepción más sólida que optimice la reflexión de su voto y lo emita razonadamente el día de la jornada electoral.

Después de este debate quedan algunas preguntas pendientes: ¿Qué los llevó a tomar las decisiones planteadas? ¿Cómo realizarían las acciones que están señalando? ¿Cuánto tiempo les llevaría implementar los programas para la operación de las propuestas? ¿Con qué dinero las ejecutarían? ¿Qué partidas del presupuesto cancelarían o reducirían? ¿Se crearían nuevos impuestos? ¿Contratarían deuda? La planificación no puede ser efectiva si carece de objetivos claros, alcanzables, y realizables. Deben ser muy precisos y específicos para que sus propuestas y compromisos sean medibles y no solo retórica y falsas promesas.

Sin embargo, vimos a uno de los candidatos que no contestó a las preguntas sobre los temas que debatieron, no obstante, seguía esbozando su discurso populista, su visión sin planes ni propuestas, es decir, no considerara propósitos, objetivos, políticas, reglas, estrategias, procedimientos, presupuestos y programas.

Diversos autores opinan que si los partidos políticos, y yo agregaría, los generadores de opinión pública, los académicos, medios de comunicación y sectores productivos, no son capaces de reaccionar ante las nuevas realidades políticas nacionales e internacionales, el peso del discurso populista puede provocar la parálisis de algunos países y la instauración de regímenes autocráticos y anarquía en ciertos sectores de la población. Un escenario que muy pocos desean pero que puede terminar siendo real en los próximos años si no ponemos remedio al avance populista.

Existe una brecha que va creciendo entre los discursos y medidas de acción contenidas en los programas políticos y las posibilidades de realizarlas con éxito cuando llegan a las instituciones de gobierno. Ello se debe al simple hecho de que la finalidad de los discursos y programas electorales populistas no es fijar los compromisos de acción política con y para los ciudadanos, ni tan siquiera para sus votantes, sino facilitarles el apoyo popular que requieren sus dirigentes para llegar al poder. Todos los populismos han caído en la crisis económica porque no se puede gastar sin límites

La improvisación ha costado mucho a nuestro país, la sociedad exige propuestas viables, con compromiso, probidad, principios y resultados comprobados como lo ha hecho Meade. Tiene una visión clara de nuestro país y una conducta una trayectoria honesta y limpia.

Meade demostró que su propuesta es la que tiene mayor claridad, rumbo y posibilidad de darle al país mucha más certeza.

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