Quiero declarar en este espacio, público y no democrático, que el Facebook me aburre, que conforme más pasa el tiempo me parece un espacio tedioso y redundante.

Que escribir 140 caracteres en Twitter es frustrante y que leer mensajitos todo el día es algo neurótico.

Que ver videos de gente haciendo nada en el Periscope me parece poco interesante.

Me molesta que YouTube me endose comerciales cada vez que quiero escuchar una canción y repetirla mil veces como lo hacía en mi grabadora de carrete.

Que tener WhatsApp no me ha hecho ni menos ni más eficiente en las cosas que hago para ganarme la vida.

Que un smartphone no es un aparato inteligente sólo porque tiene jueguitos, colores y sonidos.

Que el navegador, en mi caso, sólo me ayuda a saber cuántos pasos tengo de dar para llegar sano y salvo al supermercado y no más.

También quiero denunciar que las redes sociales hacen casi imposible cualquier tipo de infidelidad, amorosa y de simple amistad.

En este punto, que levante la mano quién no ha sido cachado en una “movida” porque un día de tantos dejó su Face abierto o le checaron el celular.

Quiero denunciar también a toda esa raza insensata que va al cine y se la pasa “texteando” durante toda la película.

Reconozco que dan ganas de incendiar un teatro cuando suena un teléfono en el momento más dramático de una obra.

Que es injusto que una orquesta de 100 músicos esté dado riñón y bofe en una sonata de Johannes Brahms y muchos en el público estén mirando la pantalla de su teléfono inteligente.

Me choca que digan que todas las llamas telefónicas son importantes, porque no todas las llamadas son importantes.

Odio a la gente que no puede entablar una conversación “Face to Face” sin dejar de escribir en su Face.

Claro, dirán algunos, como el señor columnista tiene más de cuarenta años y estudió en escuela pública, qué va a saber de las redes sociales.

Que por pertenecer a una generación que no creció pegado a una computadora no entiende nada de las cosas de la nueva tecnología.

No negaré que el internet tiene ventajas y no son pocas, que igual ha servido para levantar negocios y organizar revueltas ciudadanas.

Que la web le ha dado voz a quien no la tenía y gracias a eso el mundo es más abierto y democrático.

Pero también le ha abierto la puerta a un mar de “opinadores” y de gente ventilando frustraciones  y en este apartado me incluyo.

Que internet se ha convertido en un muro de lamentaciones y el mejor espacio para la injuria.

Que la web nos ha inundado de una cantidad bestial de información que nos lleva a anular cualquier criterio individual.

Que resulta frustrante tener mil amigos en el Face o Twitter y que cuando te los encuentras en la misma fila del supermercado no te saludan porque no te conocen.

En resumen, que las redes sociales son muy antisociales deben ser sometidas a la crítica y el escarnio público.

Que debemos reconocer, de una vez por todas, que internet no nos ha hecho ni más felices ni más inteligentes, ni como personas ni como sociedad.

Es internet también es una gran negocio, controlado por un puñado de gigantes, expertos en desarrollar aplicaciones y falsas necesidades en los ciudadanos.

Que los gigantes de las llamadas .com son también unos genios para evadir impuestos en los países donde más ganan.

Total, que ya me calmaré, que sólo he pasado un momento de pánico porque me he quedado dos minutos sin señal y sin saber nada del mundo. Gracias. FIN

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