Si algo define el estado actual del mundo es la pérdida de la virtud del respeto: a nuestros semejantes, a nuestros mayores, a las autoridades, a la naturaleza. El respeto ha sido sustituido, como pocas veces en la historia, por un individualismo exacerbado. La mayoría de los seres humanos no ven más allá de sus narices y les importa poco si sus acciones tienen un efecto negativo en los demás.

Por otro lado, esos mismos seres humanos que no respetan a nada ni a nadie, exigen, todos los días, un mundo en paz. Hartos de la violencia física, social y económica que sufren, piden a las autoridades una respuesta contundente. Piden un acto de magia que les permita seguir con sus vidas egoístas en un entorno de progreso, bienestar y paz.

El problema es que esto no es posible. Sin respeto no hay paz. Sin el respeto al prójimo, a las leyes, a nuestros mayores, al planeta, el único resultado es la destrucción. Bien lo dijo Benito Juárez: “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.

En México, cuna de Juárez, es particularmente preocupante la ausencia de respeto al derecho ajeno. El respeto al derecho a la vida: este año se encamina a ser el más sangriento desde que se contabilizan los homicidios dolosos; el respeto al derecho de propiedad: este año se encamina a ser el que más robos se han realizado desde que se contabiliza la incidencia delictiva; el respeto a nuestras instituciones: pocas veces en la historia de México se había atacado de forma tan evidente a las instituciones.

Sobre este último punto, la falta de respeto a nuestras instituciones, me voy a detener: se trata de un elemento clave del futuro de México. De acuerdo a los economistas institucionalistas, la fortaleza de las instituciones es la variable más importante a la hora de entender por qué un país fracasa o tiene éxito.

En el famoso libro Por qué fracasan los países de Daron Acemoglu y James Robinson, se analizan las instituciones de diversos países, entre ellos México, para entender las razones de su desarrollo o de su estancamiento. El objetivo de este libro es demostrar que el futuro de los países depende de la forma como los pueblos organizan sus sociedades, es decir, de sus instituciones.

Bajo esta premisa, los países con instituciones débiles y que no son respetadas por los gobernantes y por la sociedad, son países que no logran brindar progreso, bienestar y paz a sus habitantes. La importancia de las instituciones reside en que de ellas depende que los ciudadanos comunes y corrientes –sin importar su lugar de origen– puedan contralar su destino. Las instituciones fuertes impiden el abuso de poder, la corrupción, el control de las élites –ya sean de derecha o de izquierda–, y el desconocimiento de las leyes.

Así de importantes son las instituciones y, en este sentido, así de fundamental es que sean respetadas. Cosa que en México estamos muy lejos de lograr. Hoy más que nunca. Se le falta el respeto a la Universidad Autónoma de México, nuestra máxima casa de estudios y una de las universidades más importantes de Latinoamérica; se le falta el respeto a la Cámara de Diputados, lugar que simboliza nada más y nada menos que la soberanía popular; se le falta el respeto a nuestros monumentos históricos; se le falta el respeto a nuestras Fuerzas Armadas; se le falta el respeto a nuestra Constitución.

Sin respeto no hay paz. Si no empezamos a respetar el derecho ajeno, si no empezamos a respetar nuestras instituciones, serán la violencia, la corrupción y la tiranía del más fuerte las leyes que sigan gobernando México, por encima de las leyes que emanan legítimamente de nuestra Carta Magna. “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.

Diputado federal por Querétaro

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