Acumular cinco décadas de vida puede convertirse en sinónimo y antesala de la adultez mayor, misma que a su vez encamina, sin mayor discusión, a la tercera edad reconocida en nuestro país como a partir de los 60 años cumplidos y, aunque en países desarrollados se considera y reconoce como tercera edad a partir de la séptima década de edad, lo cierto es que los años se acumulan y se perciben de diferente manera cuando nos acercamos a estas cantidades de vueltas dadas al sol.

En nuestro país, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi), a propósito del día internacional del adulto mayor del pasado 1o de octubre, compartió en un breve texto que al cierre del 2020 residían en México 15.1 millones de adultos mayores (personas mayores de 60 años), lo que representa un 12% de la población, y que se identifica un índice de envejecimiento (la cantidad de adultos mayores por cada 100 niños o niñas menores de 15 años) de 48. Pero sin entrar en detalles y estadísticos más precisos, la idea es reconocer, #DesdeCabina, que los adultos mayores, cada vez son más en nuestro país, trayendo consigo grandes retos en temas de servicios de salud pública, ocupación laboral y otros más, pero con grandes oportunidades para aprovechar su experiencia y capacidades desarrolladas a lo largo del tiempo.

Si bien es importante, de vez en vez, voltear a ver aquello que se ha logrado en el ámbito personal, familiar, profesional y hasta espiritual, lo verdaderamente importante, desde mi particular punto de vista, es visualizar el trayecto que aún falta por recorrer. Llegado el tostón, como también se dice por ahí, muchas cosas se ponen, insisto en perspectiva, la edad de los hijos, la vida en pareja, los proyectos personales pendientes -ese famoso Bucket List- por detonar o concluir y, sobre todo, la gran oportunidad de aprovechar la experiencia, la salud si es que aún se cuenta con ella, y la cantidad de relaciones y afinidades con personas, y organizaciones que agregan un valor, a veces difícilmente cuantificable, para logran aún grandes cosas.

Aquellos que ya superan o recientemente hemos alcanzado esta interesante edad, nos defendemos a capa y espada para, no solo sentirnos y hacernos ver como valiosos, sino que nos enfocamos -y sé que no hablo sólo por mí, ya que lo mismo cuento con grandes amistades más jóvenes y más grandes de edad que yo- en seguir siendo útiles y quizá buscar trasladar la experiencia y todo lo que ella conlleva, como lo mencioné en el párrafo anterior, a diversos ámbitos que ofrezcan mayores y mejores beneficios para las organizaciones con las que nos relacionamos o para los equipos con quienes tenemos la fortuna de colaborar o dirigir. La idea, como lo leí recientemente en un portal español, es envejecer activamente, en el sentido amplio de la frase: física, mental, espiritual, afectiva y profesionalmente.

Si consideramos que grandes hombres y mujeres adultos mayores, en la historia de la humanidad se convirtieron en íconos por sus diferentes contribuciones, estoy seguro que podemos sin duda alguna identificar que llegar al quinto piso -cumplir 50 años pues- puede significar mucho más que acumular edad, arrugas y achaques. Mas aún, prefiero verlo como la gran oportunidad para entregarse con plenitud a trascender en favor de los demás.

@Jorge_GVR

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