Eran las 18:30 horas del 26 de noviembre en la blanca Mérida y se olía en la nublada tarde-noche la humedad perfumada de nectáreos y hueles de noche; nervioso me abotoné mi guayabera presidencial y salí como príncipe maya rumbo al cercano y monumental Teatro José Peón Contreras, que en comparación con mi entrañable Teatro de La República, es un gigante, lleno de acústica envidiable, con luces de alta tecnología y butaquería elegante y cómoda, lo mismo que sus aristocráticos palcos, presidiendo el artístico techo, recubierto de frescos italianos, una araña gigantesca que emborracha de luminosidad tan digno coso.

Al llegar al vestíbulo me percaté de la larga fila que había en domingo para asistir a la entrega de la presea “Ricardo Palmerín” y la participación de renombrados artistas lugareños y queretanos. En su gran mayoría la audiencia era de personas elegantemente ataviadas, con prendas de la tierra del faisán y el venado, incluyendo a bellas personas de Querétaro como la tía Lina Osorio de Ledesma y Nora Hilda Amaya Llaca que no se cansaron de emitir ruidosas expresiones de apoyo a los músicos queretanos y a “El Peregrino de Amor” cuando recibió su medalla y pronunció dos discursos.

Abrieron la gala musical los niños del coro de la Escuela Modelo, que se lucieron con una versión bien lograda de “Caminante del Mayab”, con sonidos de aves, caracolas y hasta jaguares. Acto seguido, el secretario de la Cultura y las Artes de Yucatán, Roger Metri, y el inmenso Cronista Musical del Mayab, Luis Pérez Sabido, procedieron a entregar el galardón “Ricardo Palmerín” a los promotores culturales de la Canción Yucateca Ariel Avilés Marín, Andrés Garrido del Toral, Mario Bolio García y Renán Guillermo González, tres yucas y un queretano. Después de las palabras de cada uno de los galardonados continuó la orgía musical con la Rondalla Mocochá, pueblo natal de Pérez Sabido, que nos hicieron vibrar con interpretaciones como “A Yucatán”, del gran compositor Luis Espinoza Alcalá, cuya bella y distinguidísima viuda estaba sentada en primera fila, doña Elena Fernández Morán, a quien le debemos el patrocinio del Museo de la Canción Yucateca. Cabe mencionar que esa Rondalla Mocochá me dio varias lecciones de vida, porque uno de sus guitarristas es el propio director de Obras Públicas Municipales de Mocochá, el que además, en un acto de sencillez suprema, ¡construye con sus propias manos la nueva sección de tumbas en el Mausoleo de los Compositores Yucatecos en el Panteón General! Es decir, la hace también de albañil. Nadie me lo contó: yo lo vi con estos dos ojos peregrinos y ya no inyectados de etanol.

Se abrió nuevamente el escenario y asomaron los veteranos integrantes de la Rondalla Universitaria, excelentes y prestigiados profesionistas de la sociedad peninsular que a sus más de setenta y tantos años demostraron un soberbio dominio de sus guitarras, contrabajo y sobre todo de sus voces, interpretando verdaderas joyas del Mayab y provocando el entusiasmo entre los exigentes asistentes. A mí me enterneció y admiró verlos enteros, tocando y cantando a plenitud, no decrépitos, lo que habla de un talento y salud envidiables, a pesar de haberse integrado como grupo desde el ya lejano 1966.

Ya luego de esta excelente agrupación se dio paso a los talentosos “Troveros Universitarios” de la Facultad de Contaduría y Administración de la Universidad Autónoma de Yucatán, dirigidos por el yucateco cuasi queretano Francisco Escobedo Pech, mismos que se lucieron con la pieza “En mis Brazos”, acompañados al piano por el maestro Miguel Ángel Muñoz Gutiérrez, talentoso queretano, miembro de una dinastía distinguida de cuatro generaciones de músicos. Después acudió a escena un virtuoso intérprete y guitarrista, Roberto Cárdenas, multipremiado en todo el mundo por sus fusiones de jazz con trova latina y mexicana.

El conductor del evento, el maestro Luis Pérez Sabido, deja la tribuna para dar paso al mensaje de Andrés Garrido del Toral a nombre de la delegación Querétaro de la Sociedad Artística “Ricardo Palmerín”, a quien se le quebró la voz por la emoción del premio recibido y lo majestuoso del teatro y la importancia de la audiencia. Lo menos que les dijo el “Peregrino de Amor” fue que Yucatán no es el ombligo de la luna ni del mundo: “Yucatán es el ombligo de Dios”. Apoderado nuevamente del micrófono con su ilimitada cultura musical e histórica, Pérez Sabido da paso a los trovadores queretanos: Miguel Muñoz al piano, la cantante Roxana Muñoz Pérez Loarca y el joven tenor Andrés Pichardo Pérez. Abrió Miguel con una fantasía yucateca arreglada por él mismo, haciendo un trino impresionante al “Caminante del Mayab”, para seguir con “Nunca” y “Yo sé que volverás”, rematando con el “Caminante del Mayab” pero ahora con piano forte. El aplauso fue impresionante, a tal grado que en todo mi regreso al hotel me acompañó el talentosísimo pianista y director de la Orquesta Típica Yucalpetén, Pedro Herrera, joven de 41 años pero genio musical, elogiando el arcón de virtudes musicales de mi compadre Miguel.

Roxana le llegó al público con su dulce voz y dominio escénico con dos bellas piezas compuestas por Pérez Sabido: “Yo sé que volverás” e “Injusta Lejanía”, provocando aplausos entusiastas. Se anuncia al tenor Andrés y éste comienza discretamente con “Peregrino de Amor” de Guty Cárdenas, pero al interpretar “Peregrina” de Luis Rosado Vega y Ricardo Palmerín, con arreglo magistral de Miguel Muñoz, levantó al público de sus asientos, empezando por el exigente crítico musical y periodista Ariel Avilés. Y es que Miguel no le dio a “Peregrina” el clásico ritmo de danza sino que comenzó con arpegios y trinos, pausas, contratiempos, para que la voz de Andrés se endulzara y matizara, pronunciando correctamente cada frase de la inmortal canción, himno de Yucatán, sin gritos ni tecnicismos de escuela operística. Cerró la gran velada este grupo con la intervención de los “Troveros Universitarios” para estrenar a nivel mundial la pieza “Mujer Queretana”, de la autoría de Luis Pérez Sabido y música de Miguel Ángel Muñoz Gutiérrez, que fue inspirada al poeta yucateco por Conchita Sicilia Chávez, y dedicada a las jovencitas de la Estudiantina Femenil de la UAQ.

Se cerró el telón y corrí a saludar a mi porra queretana, posando para los selfies y entrevistas con prensa peninsular, pero como si no fuera suficiente con regalos de Dios para mí en este año constitucionalista, se me acerca la  bellísima mecenas Elena Fernández Moral de Espinoza Alcalá y al tiempo de felicitarme me dice que “necesito platicar con Usted para integrarlo como patrono al Museo de la Canción Yucateca”. Mi emoción fue grande, dejé en mi habitación la medalla y el diploma que me otorgaron tan inmerecidamente, y corrí a aspirar los perfumes del Mayab hasta la Catedral y el Parque Santa Lucía, todo evocaba a La Peregrina y a la poetisa Rosario Sansores, con la media luna sonriéndome cómplice. Subí a la terraza de mi modesto hotel “El Colonial”, abracé a mi compadre Miguel, a mi ahijado Miguelito y a los artistas Andrés Pichardo y Enrique Zamudio y me retiré a besar mi medalla, reflexionando cómo un sueño imaginado en enero de 1984 en la casa de mi mentor Luis Pérez Sabido e incubado en la casa de la tía Lina Osorio y fortalecido por mi amor a La Peregrina y a Felipe Carrillo Puerto desde 1985 se hizo realidad en noviembre de 2017, el año que Dios me regaló a Clío, mi primera nietecita. Mérida, eres la Reina de Yucatán, Flor del Mayab, Emperatriz Peninsular. Les vendo un puerco con frijol en lunes yucateco y meridano. ¡Bomba!
Cronista del estado de Querétaro

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