El aprendizaje de las diversas situaciones que enfrentamos todos y cada uno de los seres humanos, se convierte en experiencia que va forjando el intelecto y las emociones, de tal suerte que se desarrolla un proceso de maduración que nos va afinando la personalidad y los estilos que nos caracterizan a cada quien conforme avanza el tiempo.

Son las experiencias difíciles y duras las que tienen mayor impacto en el carácter de las personas así como apuntalan la confirmación o cambios de dirección en el andar para poder establecer rutas más claras hacia nuestros respectivos propósitos. Momentos críticos confirman algunas vocaciones que no han sido tan palpables como otras que desde temprana edad se muestran.

Pero resulta hoy interesante conocer de qué manera nos puede afectar una experiencia tan extensa como lo ha sido esta pandemia, cuando al paso del tiempo nos damos cuenta que estamos parados en terrenos o contextos muy distintos a los que estuvimos más de un año atrás. El balance puede ser demoledor para quienes han sufrido perdidas de familiares y amigos; de empleos y negocios; de quienes no han tenido reposo alguno para hacer frente al reto de salvar vidas o quienes han enfermado y sobrevivido a este terrible virus. Pero también  hay afectaciones en otra escala que, aunque diferente no deja de ser adversa, como es la falta de contacto o la imposibilidad de realizar muchas de las actividades a las que estábamos acostumbrados cada uno, nos ha ido dejando secuelas y marcado muchos cambios en la manera de continuar adelante.

Se me figura, que hace falta como en esta fotografía, enfrentar de manera diferente las circunstancias tanto con el intelecto como con las emociones, con un corazón definitivamente más fortalecido, como pareciera haberlo encontrado  esta pequeña ave y nos lo muestra para que sigamos aprendiendo en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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