Algunos medios reportan, como cifra oficial, 15 mil asistentes a la marcha silenciosa en protesta a varias acciones del presidente López Obrador, sus organizadores dicen que fueron 60 mil y sus detractores no le dan ni 3 mil, las fotografías, empero, muestran una convocatoria nutrida, aunque aún muy lejos de ser apabullante.

Como sea, a seis meses de iniciar, el Presidente ya provoca este tipo de escenarios, de divisiones y frentes abiertos que no se entenderían jamás salvo bajo la lógica que rige a López Obrador: la del populismo.

Apenas en Noviembre, el diario el País reportaba a poco menos de 5 mil manifestantes en la primera marcha “de luto” por la cancelación del aeropuerto de Texcoco, unos meses después la convocatoria se triplicó.

Y es que en Noviembre el Presidente aún encarnaba la esperanza de los 30 millones, más el muy forzado voto de confianza de sus opositores, el “luto” por un aeropuerto sonaba, francamente, exagerado y clasista para un país que se debate en el luto de verdad, de sangre, todos los días.

Pero López Obrador fue sumando: pleitos con la prensa, pleitos con no opositores que luego se volvieron opositores, como los beneficiarios de las estancias infantiles o de los refugios para mujeres en situación de violencia, pleitos con economistas, incluso en su mismo equipo, porque no adaptan la realidad a la cuarta transformación, pleitos con los distribuidores y empresarios de la gasolina, al provocar uno de los peores desabastos de la historia en su muy cuestionada estrategia contra el huachicol, pleitos con las comunidades indígenas por sus encuestas gansito sobre el Tren Maya, pleitos con las comunidades indígenas por la traición en la termoeléctrica de la Huexca que prometió cerrar y luego quiso abrir y por minimizar el asesinato de uno de los activistas, lo que también le derivó en un pleito con el nieto de Emiliano Zapata, pleito con los burócratas a los que corrió y pleito con los burócratas a los que no corrió pero sí les bajó el sueldo y erosionó sus prestaciones, pleito con los intelectuales que no se apegan a su “moral”, pleito con los libre pensadores partidarios del Estado laico que se retuercen de oírlo citar a la biblia casi todos los días y no cantar el himno ni saludar a la bandera, pleito con Jorge Ramos, pleito con el Reforma, pleito con los conservadores, pleito con Enrique Krauze, pleito con Guillermo García Alcocer, pleito con todos los órganos reguladores porque son, a su juicio, la “burocracia dorada”, pleito con los constitucionalistas que cuestionan que gobierne vía memorándum y se pase la división de poderes por el ganso, pleito con los historiadores que le reclaman por la vergüenza de escucharlo exigir disculpas al Estado Español por la Conquista, pleito con los internacionalistas y con los ciudadanos que no dan crédito a su actitud blandengue con Maduro ni a su empequeñecimiento frente a Trump, pleito con muchos de los familiares de los más de 12 mil muertos que lleva su administración… Pleito con la realidad.

Conforme avance la administración, López Obrador juntará más pleitos, más opositores y más cuestionamientos.

Sin embargo, el Presidente tiene a 51 millones de beneficiarios de sus programas sociales o al menos esa es la idea, porque de momento también hay pleito con quienes no han recibido su ayuda.

La marcha del domingo crecerá en proporción directa a los pleitos del presidente.

DE COLOFÓN.

Habrá que apuntar algunos extraños liderazgos en la marcha del domingo, radicales posturas que suenan a chispas en tiempos de gasolina.

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