Andrés Manuel López Obrador no quiere admitir que la realidad de las mujeres mexicanas no encaja con su visión romántica de México. Contrario a lo que piensa el presidente, no somos un país idílico donde las familias son el remanso de paz que él añora. Desafortunadamente somos un país sumamente violento, especialmente al interior de nuestros hogares.

El Presidente, de manera reiterada, ha minimizado los números que revelan a la violencia de género contra las mujeres como uno de los grandes flagelos que enfrenta la sociedad mexicana. Sus acciones y omisiones son indicadores del lugar secundario que este tema ocupa en su administración. Frases como “no quiero que feminicidios me opaquen la rifa”, su decálogo contra la violencia compuesto de frases absurdas y trilladas, la distribución de la mal llamada Cartilla Moral que perpetúa estereotipos y roles de género y la reducción del presupuesto designado para erradicar la violencia contra las mujeres son tan solo algunos ejemplos.

El gobierno de López Obrador no ha cumplido con su obligación de publicar el PROIGUALDAD y el Programa Integral para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, lleva 8 meses esperando ser dictaminado por la SHCP. Las acciones de su gobierno para dar seguimiento a las Alertas deja mucho que desear y ni qué decir de las campañas implementadas por Conavim e Inmujeres para combatir los estragos de la pandemia que se centran en convencer a los hombres de “cooperar” en el trabajo doméstico al punto de compartir recetas de cocina en sus redes sociales.

Lo que el presidente parece no soportar es que las organizaciones feministas no hayamos quitado el dedo del renglón con la llegada de su gobierno. En algo le doy la razón a sus seguidores, la violencia contra las mujeres no inició con él. Sin embargo a 17 meses de su administración esta violencia no solo no ha disminuido, por el contrario, ha ido en aumento y las manifestaciones masivas que reclaman acciones urgentes para combatir la violencia feminicida, como las del 8 de marzo, siguen recibiendo como respuesta la negación un problema que arranca la vida a 10 mujeres todos los días, la mayoría a manos de sus parejas.

Lo que el presidente no entiende es que con su discurso contribuye a perpetuar las costumbres y tradiciones machistas que son la raíz del problema. Sus palabras hacen eco de las que por años han sometido a las mujeres al maltrato. Mientras el presidente considere las demandas de acción para erradicar la violencia y el feminicidio como una traición del movimiento feminista a la 4T y no como un reclamo social justo, las mujeres mexicanas seguiremos siendo víctimas de violencia en nuestras casas, trabajos y comunidades. Pero sobre todo seremos víctimas de la violencia institucional que el presidente fomenta con sus palabras y que limitan la denuncia.

La violencia contra las mujeres es real, por más que López Obrador insista en negarla.

Activista defensora de derechos humanos e integrante del Centro Latinoamericano para La Paz, la Cooperación y el Desarrollo

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