Hace algunos años —13 para ser exactos—, cuando se planteaba el resurgimiento del sector aeronáutico en nuestro país a través de la generación de las condiciones económicas, jurídicas y educativas necesarias para la atracción de inversión extranjera aeronáutica a Querétaro, tuve la fortuna de “analizar” las buenas prácticas que imperaban en regiones cuya manufactura aeronáutica fuera sumamente representativa; elegí dos regiones en Estados Unidos (Wichita en Kansas y Seattle en Washington, USA), Toulouse en Francia y Montreal en Canadá. No pude, por diversas razones, revisar las mejores prácticas de formación de profesionales e investigadores para este sector tan especializado en una región sudamericana con reconocimiento y abolengo aeronáuticos mundialmente reconocidos.

La semana pasada, mi espera llegó a su fin porque tuve la oportunidad de participar en una misión académica, científica y de negocios organizada por la Cámara de Comercio Mexico Brasil (CAMEBRA) en la que se visitó el Clúster aeronáutico de São José dos Campos en el Estado De São Paolo en Brasil.

La visita tuvo diversos objetivos, el mío fue identificar de manera inicial aquellas prácticas que permitieron, en su contexto económico, político y social, el desarrollo del sector de manufactura aeronáutica de aquella región sudamericana y sobre todo tratar de “entender” la lógica de la relación entre las instituciones educativas encargadas de la formación de los profesionales e investigadores que se integraban y que sustentaron la evolución del sector aeronáutico brasileño hasta hoy en día. La respuesta a mis cuestionamientos surgió de inmediato, el desarrollo de ciencia y tecnología, educación al más alto nivel y una visión de largo plazo fueron los elementos de la fórmula que permitió, en los años 40, el lanzamiento de un plan estratégico de largo plazo para desarrollar capacidades industriales en aeronáutica soportadas por conocimiento y educación.

La creación de la organización militar Centro de Tecnología Aeronáutica (CTA) y del Instituto de Tecnología Aeronáutica (ITA), en 1950, para la formación de Ingenieros e investigadores al más alto nivel, emulando  el funcionamiento de unos de los institutos para la formación ingenieros más importantes del mundo, el Massachusetts Institute of Technology (MIT), permitieron que en 1969 naciera la Empresa Brasileira de Aeronáutica S.A. (EMBRAER) con participación privada y gubernamental. Entre 1971 y 1973 la compañía brasileña lanzó su primera aeronave militar y dos aeronaves civiles iniciando con esto una historia de desarrollo tecnológico y credibilidad mundial en los productos civiles y militares que ha desarrollado durante más de cinco décadas con una metodología de diseño, construcción y fabricación de aeronaves envidiable a nivel mundial.

Hoy Brasil, ademas de contar con una industria aeronáutica en constante evolución, también tiene una participación en la industria militar y espacial mundiales, además de la tradición agroindustrial que lo ha caracterizado por décadas.

Las formaciones han sido la clave y el compromiso permanente de los ministerios de defensa, hacienda y economía el catalizador, que permitió enfrentar los retos tecnológicos que significó el desarrollar productos y procesos competitivos mundialmente.

El entrenamiento de técnicos ejecutado con participación activa de las propias compañías, el involucramiento de gremios empresariales y políticas públicas de largo plazo han acompañado la evolución de este y otros sectores.

Este martes, #DesdeCabina, me imagino el tipo de país que podríamos tener si nos propusiéramos hacer Planeación estratégica de alto impacto y de largo plazo para sectores clave de nuestro querido país; me cuestiono, tanto como ciudadano como en mi papel de servidor público, todo lo que hemos perdido en materia de estado de derecho, en la falta de políticas públicas de estado que miren más allá de momentos y circunstancias políticas, en la carencia de una visión de país basada en el conocimiento y desarrollo de capacidades en la sociedad a través de la educación. Nos falta el poder del enfoque de largo plazo.


Rector de la UNAQ

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