“La paz exige cuatro condiciones esenciales: verdad, justicia, amor y libertad”.  San Juan Pablo II. Nombre secular, Karol Józef Wojtyla (Wadowice, Polonia, 18 de mayo de 1920-Ciudad de Vaticano, 2 de abril de 2005).

¡Vertiginoso el paso del tiempo! ¿no les parece? Tengo la sensación de que fue literalmente ayer cuando ante mi laptop estaba inspirada redactando mi anterior columna, y ahora, ya viene la que sigue. Quiero decir que ante el inexorable paso del tiempo es menester mejor tenerlo de aliado. ¿Cómo les va?… Yo muy, muy contenta de poderlos saludar nuevamente en esta edición de Causas, por medio de la cual les comparto que Fundación Arca, A.C. continúa jubilosamente llevando el mensaje de paz desde su abanderamiento por el Comité Internacional de la ONU y la Dra. Alicia Rodríguez, hace dos años.

Para muchas personas y por supuesto para quienes conformamos el equipo de Fundación Arca es imprescindible e insoslayable el hacer mención de este precioso valor.

Por ello me permito hacerla a usted que me honra con su lectura, una breve descripción y definición de la paz. La palabra Paz proviene del latín  pax  (pacis), que significa “acuerdo, pacto”.

La paz viene siendo como un estado de quietud o tranquilidad. Su término está referido a la ausencia de guerra; todo aquello centrado en los conflictos violentos entre Estados. En el Derecho Internacional, es considerada como tratado o convenio que se concuerda entre las partes beligerantes para poner fin a una guerra.

A nivel individual y social, la paz es el estado ideal que puede tener o aspirar un ser humano, o una sociedad, puesto que así se alcanza una situación de total armonía y equilibrio entre el corazón y la mente del individuo; es pues una ausencia de conflictos y luchas.

Se dice fácil quizá pero lo importante es llevar el estandarte de paz en nuestro corazón. Y ustedes me dirán, tal vez: ¿cómo lograrlo, si ayudo al prójimo y no lo agradecen?, en el súper cuando hago mis compras hay una persona que nuca sonríe…

Mi respuesta es un literal ¡aguas!... me refiero a que el ambiente o parte del mismo en el que tenemos que desenvolvernos pareciera ser de carácter hostil, no deberá de contaminarnos. Eso nos hace pensar que tenemos un gran poder y SÍ, TENEMOS UN GRAN PODER EMOCIONAL Y ESPIRITUAL, pues por difícil, tenebroso, amargado o poco amigable que sea a veces lo que encontramos en nuestro camino de luz y paz, precisamente es cómo debemos entronizarlo en un mundo y un sistema enfermo y confundido.

No se trata de que al justo le vaya mal, por el contrario, el justo deberá ser tan sabio que podrá tener la inteligencia suficiente para que sin buscar enconos o peleas, pueda escapar diplomáticamente y nunca perder la belleza de la sonrisa y la luz interior.

Imaginemos por un momento qué sucedería si a cada frase, gesto o rostro de pocos amigos, mejor reviráramos con sonrisa, amabilidad, alegría y buenos modales. No imaginamos el poder de ese antídoto. La idea es saber que quien no da amor está equivocado, pero la equivocación precisamente es de esa persona, no es nuestra. Así que vamos por buen camino. Que no nos de miedo sabernos amables, justos, pacíficos, inteligentes y de casta noble. Y lo mejor es que al sabernos así no perdamos la humildad y la sencillez en el trato, porque de no hacerlo el encanto se termina.

Así es como en el día a día, podemos forjarnos  un camino de paz real y auténtica que produzca y reproduzca ambientes confiables.

Recuerden que nuestra paz interior NO ES NEGOCIABLE, por ello cuando algo o alguien intente sustraerla de tu ser, date a la retirada con una sonrisa y sigue tu camino, segura estoy de que en el mismo, encontrarás personas con la misma misión de amor.

Bueno, es así como hoy quise dejarles este mensaje motivador, inspirador y real para que juntos logremos cristalizar el valor de la paz. Que tengan un maravilloso y reparador fin de semana. 
¡Hasta siempre, me voy a ser feliz, haga usted lo propio!

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