Ahora que está de moda hacer consultas públicas para todos los temas, el encargado de la Comunicación Social del Presidente electo, Jesús Ramírez Cuevas, expresó en días recientes que tienen la intención de hacer una con medios de comunicación, periodistas, expertos y organizaciones ciudadanas antes del 1 de diciembre; esto, para poner las reglas de lo que él llama el “nuevo modelo comunicacional”.

Si se hiciera este ejercicio, me atrevo a especular cuáles serían los principales temas generales que se abordarían por parte de los colegas: 1) la violencia y agresiones contra los periodistas; 2) la censura por parte de autoridades gubernamentales; y 3) la precariedad laboral que se vive en los medios de comunicación.

Sin hacer menos a los dos primeros reclamos, el hecho es que la libertad de expresión y el buen desempeño del trabajo periodístico pasa por el embudo de las débiles garantías laborales que se tienen en el ejercicio de esta profesión.

La UNAM y la CNDH informan que, en 2016, había 188 mil 949 personas dedicadas profesionalmente a la comunicación, con un salario promedio de 10 mil 948 pesos.

Sin embargo, las mismas instituciones consignan que, por ejemplo, en el estado de Guerrero, la remuneración formal de un periodista puede ser de casi la mitad del salario mínimo general y hay algunos casos en los que se les paga 700 pesos quincenales a fin de comprometerlos a vender espacios o notas para conseguir un ingreso extra. En Oaxaca, de acuerdo con este mismo documento, se pagan mil 200 pesos mensuales por seis notas diarias.

En Querétaro, los salarios de los medios de comunicación van desde los 6 mil hasta los 12 mil pesos mensuales; pero la mayoría contratan bajo el régimen de honorarios o por medio de outsourcings, sin prestaciones y con contratos temporales para evitar la generación de antigüedad. Ni qué decir que, por ejemplo, en lo que refiere a los fotoperiodistas, usualmente se ven obligados a utilizar su propio equipo y herramientas de trabajo.

Los portales de internet son los que más bajos salarios reportan y muchas veces encontramos compañeros que escriben en dos o tres medios diferentes para poder completar su ingreso, lo que viene en detrimento de la información pues la misma nota se ve replicada en diferentes páginas. No hay espacio para el análisis ni la profundización: lo que importa es la rapidez con la que se sube la noticia a internet.

Lo peor del caso es que esta falta de compromiso entre las empresas de medios y sus trabajadores también impacta en la forma en que responden éstas a las agresiones en contra de sus empleados. Hace algunos meses, un reportero y un camarógrafo de un canal de televisión en Querétaro sufrieron agresiones físicas de parte de taxistas, cuando se encontraban reporteando a las unidades “piratas” en la Terminal de Autobuses. Luego, elementos de la Policía Estatal los arrestaron por el delito de lesiones y escándalo en vía pública.

Esto despertó la conmoción del gremio periodístico en todo el estado. Inmediatamente hubo un pronunciamiento formal de protesta por parte de comunicadores de diferentes medios tanto por la actuación de los taxistas como de los policías estatales. Sin embargo, la empresa para la que trabajaban guardó silencio; si expresó su simpatía a sus colaboradores, lo hizo de forma privada.

Todos los medios de comunicación exigen a sus reporteros “ponerse la camiseta”; pero ¿qué pasa cuando la empresa no se pone en los zapatos de los periodistas? Una realidad en México es que las empresas que se dedican al ramo del periodismo son, generalmente, omisas en la protección integral de sus comunicadores.

No es el gobierno el que debe ofrecer prestaciones ni prebendas a los que nos dedicamos a esta profesión; esto sólo propiciaría el mecanismo clientelar de venta de propaganda disfrazada de información, que se pretende erradicar.

Son los periódicos, las estaciones de radio, los portales, los canales de televisión los que deben asumir la responsabilidad de garantizar las condiciones laborales adecuadas para los empleados que diariamente caminan por las calles buscando la nota, los que arriesgan su integridad —y en algunos estados de la República hasta su vida— por llevar buena información al público.

Si hacemos una consulta, me parece que por ahí deberíamos empezar.

Licenciada en Periodismo y Comunicación UAQ

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