Hace algunos años conocí a la familia Rangel Ortiz por una invitación del jerarca de la casa, quien a pesar de la carga familiar y de la edad decidió cumplir su sueño de ser abogado, objetivo que alcanzó, lo que me dio satisfacción y admiración.

La familia Rangel Ortiz es una de las muchas, que, como diría Oscar Lewis, “son fruto de la cultura del esfuerzo, que trabajan con ahínco para forjar el patrimonio familiar, muy unidas en una cultura donde los lazos de fraternos son su característica”.

Han transcurrido cuatro años de la desaparición de uno de sus miembros, Héctor Rangel Ortiz. La historia debe de ser similar a la de miles de otros desaparecidos, la participación policial en los “levantones” y la consiguiente extorsión bajo la promesa de entregarle vivo al secuestrado.

Era el 10 diez de noviembre de 2009 cuando el desaparecido viajó a la ciudad de Monclova, Coahuila, acompañando a un vehículo que le había sido entregado como garantía a una deuda. Su última llamada la hizo a su hermano Enrique en la que le comenta los pormenores de una situación en la que el carro de garantía era custodiado por varias patrullas de la policía municipal y el chófer de dicho automóvil iba acompañado de un policía. Esa fue la última vez que se tuvo conocimiento de Héctor.

LA INFRUCTUOSA BÚSQUEDA.

Días después a este lamentable suceso y en virtud de que la familia de Héctor desconocía su paradero, sus hermanos Enrique y Brenda deciden viajar por avión a la ciudad de Monterrey y de ahí por tierra a la ciudad de Monclova. Desde su llegada a Monclova, fueron perseguidos y hostigados por policías municipales de esa localidad, quienes les “recomendaban” se fueran de la ciudad, porque a la gente no le gustaba que levantaran el polvo.

Ese mismo trato recibieron en diversas instancias de procuración de justicia a que acudieron, incluso el Ministerio Público los recibió con hostilidad y nuevamente recibían la recomendación: “váyanse, aquí no nos gusta que levanten polvo”.

Han transcurrido cuatro años ocho meses, sin saber absolutamente nada de Héctor, razón por la cual la familia ha encabezado una búsqueda y una lucha incansable para localizar a Héctor y sólo han ha encontrado con innumerables obstáculos por parte de las autoridades tanto locales como federales.

En el colmo de la procuración de justicia, se logró la detención de una persona que estuvo directamente involucrado en la desaparición de Héctor. Esta persona fue procesada en el estado de Querétaro, bajo el cargo de extorsión, sin embargo la juez de la causa no encontró los elementos suficientes para procesarlo por el delito de secuestro, aun y cuando esta persona confesó que le pidió a Brenda la cantidad de 50 mil dólares por la liberación de Héctor.

El día domingo 27 de julio, ante la desesperación de no encontrar una respuesta por parte de las autoridades, tomaron la carretera 57, y sólo sufrieron amenazas si no la desalojaban. Al final el gobernador José Calzada tuvo a bien recibirlo y crear una Comisión que involucraba a los responsables de la seguridad del estado para dar un seguimiento a los desaparecidos.

Entendamos, en el dolor y la angustia de un familiar desaparecido se hace todo lo posible porque se los escuche. No es un asunto de política, sino de humanización, y las autoridades en lugar de molestarse y amenazar deben apoyar y pensar: ¿qué haríamos si esto nos ocurriese a nosotros? Decían las “madres de la plaza de mayo en Argentina: “Cuando un familiar desaparece, se nos va el alma y nos quebramos en vida”.

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