Un líder observa la capacidad de su gente para resolver problemas, estimula a cada uno, aprovecha las sinergias que se producen, ya que sabe que varias cabezas piensan más y mejor que una.
Estimula el crecimiento de sus colaboradores y, cuando los ve preparados, delega funciones sin temor de las decisiones que tomen. Los apoya pero hasta cierto punto, de manera que no pierdan la capacidad de operar solos y con libertad.
El verdadero líder no espera que las oportunidades llamen a la puerta, él las genera si es necesario. Está acostumbrado a luchar por lo que quiere, y sabe que a partir de su esfuerzo surgen logros que, tarde o temprano, se convierten en realidad. Nunca pide que lo tomen como modelo. Él hace, da el ejemplo, influye positivamente y es seguido por sus valores personales y profesionales.
Estimula el diseño y la crítica productiva que conlleva una mejora de las cosas, es humano y solidario. Él irá primero y acompañará activamente a su grupo, preocupándose y tomando responsabilidad por el bienestar de todos, esto aunque en ocasiones, haya quien se moleste por las decisiones que toma. Confronta a quienes lo requieren y da reconocimiento a quienes lo merecen.
El liderazgo es una cualidad personal que se decide desarrollar. Implica estar comprometido con el hacer diario. Su punto de partida es la capacidad de influir sobre la conducta y actitud de otros, lo que tiene que ver con el desarrollo de distintas habilidades como inspirar, motivar, generar confianza, dar rumbo, dictar estrategia, delegar y aceptar las consecuencias de los errores y aciertos. Los líderes tienden a ser más brillantes, tienen mejor criterio, interactúan más, trabajan bien bajo presión, toman decisiones, toman el control y se sienten seguros de sí mismos.
Es difícil separar la vida profesional de la personal. No suele ocurrir que una persona sea líder en su trabajo y sea conformista y sin empuje en su vida privada. El líder actúa con el mismo nivel de búsqueda de la excelencia y de comportamiento ético en todos sus ámbitos de actuación (profesional, familiar, personal, etc.).
Los mismos principios que aplica en el trabajo (honestidad, dedicación, innovación, decisión, preocupación por las personas, comprensión, etc.), los aplicará en su vida ordinaria.
El líder busca ser una persona coherente, capaz de mantenerse fiel a sus principios. Es importante que mantenga equilibrio, dedicando tiempo no sólo a su vida profesional, sino también a su vida personal y familiar. El liderazgo conlleva tal nivel de responsabilidad y de presión que requiere tanto ilusión como optimismo, demanda persistencia y dedicación, exige tanta capacidad para convencer, animar, motivar, que tan sólo una persona con una vida equilibrada será capaz de dar lo mejor de sí misma y estar a la altura a de las circunstancias. Para que una persona pueda desarrollarse en todos sus ámbitos y no dejar que el profesional lo absorba, es fundamental aprovechar el tiempo al máximo, lo cual exige planificación. El líder tiene mil asuntos que atender y tan sólo una buena organización le permitirá desenvolverse con soltura, dedicar el tiempo a lo realmente importante y no perderse con temas menores.
El liderazgo hay que ejercerlo a lo largo de toda la vida. Es una carrera a largo plazo, por lo que exige dosificar las fuerzas y no quemarse en un "sprint" alocado. Vivir intensamente permite atender todas las facetas humanas (personal, familiar, social y profesional) y no dejar ninguna de ellas desatendidas.