Cuando a la muerte de su padre Kim Song Li fue coronado Abeja Reina del Imperio de la Miel Inagotable, ordenó que los panales de su territorio se convirtieran en objeto de contemplación diaria del pueblo.

Durante la hora 18 de cada día, aquella que contiene el lento y rojizo transcurrir de la tarde hacia la noche, sus súbditos habrían de sentarse alrededor de un árbol del que colgase un panal, para contemplar en esa pequeña maqueta viva la gloria de la organización social del Imperio de la Miel.

Emularían así al remoto Yang Ying Song, que hacía tres siglos había pasado media vida sentado y observando panales, antes de convertirse en la Primera Abeja Reina de la estirpe: el monarca que impuso el orden de los panales al reino humano de Corea del Norte.

—Cada uno de nosotros es nada —dijo el joven Kim a la multitud que atendió su primer discurso oficial—, juntos y bajo la mirada severa de la Reina Abeja somos la solución de cada uno.

Al cabo de esa hora de contemplación de los trabajos del panal, los súbditos se hincarían y entonarían el Himno del Imperio de la Miel, la canción ancestral que imitaba los zumbidos de las abejas y cuya primera estrofa era esta: —Zzzz, zz zzz, zzzzz.

En un principio la hora diaria de contemplación del panal fue muy provechosa para el pueblo norcoreano y para su amadísimo monarca. Los súbditos comprendieron por fin que la felicidad de cada uno dependía de la felicidad del conjunto y cesaron las manifestaciones de protesta y las intrigas palaciegas.

Pero apenas había transcurrido medio año, los súbditos empezaron a notar en los panales algo que antes desconocían. La reina del enjambre permanecía en la cámara central del panal sin salir jamás. Ponía huevos, miles de huevos cada día, de los que nacían nuevas abejas, pero era claro que no emitía órdenes a nadie.

Esta era la admirable realidad que descubrieron los súbditos: la Abeja Reina no reinaba en los panales: al contrario, era la abeja más sacrificada del enjambre.

Al parecer, el panal operaba sin un control central y atendiendo a un orden tan sensato que apenas soportaba la conceptualización. Las abejas obreras libaban néctar de las flores y volvían al panal para depositarlo en las celdas hexagonales; las abejas zánganos cubrían con cera ese néctar, que al cabo de los días se volvía más denso, es decir miel.

—¿Y quién controla cuánta miel toma para sí cada abeja obrera? –preguntó Kim Song Li a su anciano consejero, Yang Li. —¿Quién controla que algunas abejas no hurten para sí el doble de miel?

—Al parecer, nadie las vigila ni las controla —respondió Yang Li. –Y al parecer, ninguna hurta el doble de miel. Cada abeja consume la miel que su hambre necesita para volverse saciedad.

—Me temo –siguió el anciano consejero—, que nuestro remoto tatarabuelo, Yang Ying Song, el fundador de nuestra estirpe real, era un miserable mentiroso y hemos vivido en el error ya tres siglos: la Abeja Reina no merece su nombre, porque no reina, y el panal tampoco es un reino, es una sociedad que se regula a sí misma sin violencia de ningún tipo.

Kim Sung se levantó del trono y contrariado se fue caminando a su alcoba.

A lo largo de una larga noche caminó alrededor de su gran cama dorada pensando que era un monarca superfluo. La Abeja Reina de un enjambre que no requería de alguien que reinara en el. La cabeza de una jerarquía que mas que auxiliar estorbaba a una organización social sensata. Fue al amanecer que decidió que una pequeña mentira salvaría el orden del Imperio de la Miel.

Ese mismo día citó al pueblo en la plaza principal, salió al balcón del palacio y le anunció que se interrumpían las contemplaciones de los panales y que los panales mismos se abolían. Serían arrancados de las ramas de los árboles por los soldados reales y por medio de cañones poderosos serían lanzados por encima de las fronteras de Corea del Norte.

—No merecen sino nuestro odio —sentenció el joven monarca. —Hace tres siglos eran panales buenos: hoy han degenerado y son panales anarquistas.

Esta es la razón por la que los norcoreanos de hoy aborrecen la miel, amén de que ya no existe la miel natural en Corea del Norte.

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