Cuando la ciudad nos llega a absorber con todo lo que implica vivir en ella, puede llevarnos a olvidar la capacidad que tenemos de descubrir la emoción del entorno. Los ruidos, el tráfico de vehículos automotores, el teléfono celular que devora a bocanadas digitales nuestra atención, el conectarnos con los problemas personales, las responsabilidades laborales y muchas otras cosas más, nos hacen caer en un agujero negro de rutina, de donde llega a ser muy difícil salir,  y no lo intentamos sino hasta que algo especial nos sacude de nuevo dándonos cuenta de que la vida nos puede sorprender gratamente de vez en vez.

Para la mayoría que puede hacerlo, podríamos pensar que el periodo de vacaciones es uno de los mejores remedios para sacarnos del bullicio cotidiano. Para mí lo es la oportunidad cuando lo hago fuera de zonas urbanas, donde el paisaje adquiere una personalidad propia y casi siempre se expresa a través de sus elementos, donde la luz y las nubes le dan el matiz de armonía, drama, etcétera, como lo muestra esta fotografía que queda para la mejor interpretación del lector.

Intenten observar por las mañanas, si no van conduciendo, el entorno urbano y verán que el particular paisaje nos llega a charlar un poco y nos regala nuevas y mejores emociones, de esas que hoy nos hacen falta para alimentar el optimismo en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

Twitter: @GerardoProal

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