Su apodo salió a relucir en medio de la ola de violencia que actualmente azota Tijuana: el Güero Chihuahua o El Traxx.

La policía lo había detenido hacía nueve años. En compañía de un lugarteniente de Javier Arellano, El Tigrillo, había hecho en las calles de aquella ciudad fronteriza una “limpia” de policías municipales y grupos rivales.

Su cómplice, José Manuel López Núñez, alias Don Balas, había quedado libre en 2011. Pero de él no había registros. No se logró saber cuándo y cómo fue liberado.

Había comandado una de las células más violentas del CAF, el Cártel de los Arellano Félix. Se le acusó de haber atentado contra la vida de un director de la Policía Estatal Preventiva.

Ahora estaba de nuevo en la calle, y los sicarios del cártel que caían en manos de las autoridades se negaban a hablar de él.

Oscar Adán Rodríguez Guevara, El Güero Chihuahua, se inició a los 14 años robando autos en San Diego, los cuales eran vendidos luego en México. En Los Ángeles, gracias a Don Balas, conoció a Benjamín Arellano Félix. Más tarde le dijo a las autoridades que Benjamín le había dado “la primera oportunidad”.

Conoció también al más violento del clan: Ramón Arellano. “Si le sonreías y estaba de malas, te mataba; si no lo saludabas, también te mataba”, le relató El Güero Chihuahua a los elementos de la Agencia de Investigación Criminal, AIC, que finalmente lograron su captura.

Al lado de Don Balas, Rodríguez Guevara formó parte del grupo de sicarios conocido como Los Omega, que de acuerdo con las autoridades se encargó de las ejecuciones del cártel, y del cobro de piso a organizaciones rivales.

Según El Güero Chihuahua, la caída de los hermanos Arellano Félix solo llevó a Tijuana la muerte y el descontrol. “Hay un desmadre desde que ya no están los hermanos”, dijo, “cada quién hace lo que quiere”.

El Cártel de Sinaloa intentó explotar dicha situación. Los restos del CAF hicieron una alianza con el Cártel Jalisco Nueva Generación, para detenerlo. Ese es el fondo de la violencia que arrasa Tijuana hoy día.

“Antes la droga daba para todos, ahora ya no”, confesó El Güero. Como otros miembros de lo que él llama “la vieja escuela”, optó por un cambio de giro. Se dedicó a los negocios. Abrió restaurantes, casas de cambio, salones de fiesta.

Pero eso se supo mucho tiempo después. De momento El Güero Chihuahua sólo existía en algunas declaraciones y en uno que otro corrido. “Los corridos me pusieron en la madre, mi nombre salió a la luz”, admitió.

El equipo de la AIC enviado a capturarlo descubrió que el antiguo sicario controlaba todo lo que ocurría en Tijuana a través de halcones. La investigación lo relacionó con 28 domicilios. Pero todos estos eran falsos y correspondían a familiares y prestanombres.

El Güero no los visitaba nunca. Más tarde se supo que era dueño de una empresa de seguridad privada, y que esta firma se encargaba de protegerlo e invisibilizarlo.

Uno de sus hijos publicó una tarde en Facebook la fotografía de una reunión familiar. El Güero estaba al fondo. El restaurante era uno de los más exclusivos de Tijuana.

Tras varias visitas a dicho lugar, los agentes estuvieron seguros de que el restaurante formaba parte de la cadena de negocios donde lavaba dinero Rodríguez Guevara.

Ahí ubicaron a una mujer. Descubrieron que la mujer tenía 16 domicilios registrados, y que todos eran falsos. Obtuvieron las placas de la Toyota Highlander en que solía desplazarse. El vehículo condujo a los investigadores a un fraccionamiento de lujo.

El Güero no fue visto. Pero en el fraccionamiento ocurría una buena porción de cosas extrañas. Por las noches varias camionetas oscuras lo recorrían despacio, “tan despacio que no ladraban los perros”. Cuando los tripulantes de esas unidades advertían algo extraño (una pareja de novios dentro de un auto, digamos), llamaban de inmediato a la policía municipal.

El último día de agosto un motociclista con casco negro arribó al domicilio. Al poco tiempo, la Toyota salió del garaje y se dirigió al restaurante. Al lugar entraron dos personas.

Los agentes de la AIC se reportaron a la Ciudad de México. No cabía duda de que El Güero Chihuahua estaba en el restaurante. Les dieron luz verde. Había sólo cinco agentes, así que solicitaron apoyo a la policía estatal.

Cuando Rodríguez Guevara salió, una camioneta le cerró el paso.

—Ya estuvo, tranquilos, soy el Güero —dijo.

Lo trasladaron a la capital del país en un avión comercial. El Güero dejaba tras de sí 25 años de muerte. De balas y muerte.

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