El último video que involucra a Ricardo Anaya en una compleja red de lavado de dinero desnuda el modus operandi del que se sirvió el candidato para hacerse de una fortuna. En efecto, Juan Barreiro, hermano de Manuel, explica cómo fue que le hicieron llegar recursos a Anaya para su campaña: “se le metió muchísimo dinero ahorita para que gane”, dijo.

Ya antes dos abogados implicados directamente en esta red habían declarado ante la PGR que fueron contratados por Manuel Barreiro para armar el complejo esquema de transferencias hasta hacerle llegar 80 millones de pesos a Anaya a través de una empresa que resultó ser fantasma. También el chofer de Barreiro reconoció haber servido como prestanombres de su patrón y ostentarse como titular de dicho vehículo fantasma para entregar la millonaria cantidad mediante la compra de su nave industrial. De hecho, entregó al estado mexicano ese inmueble.

En su desfachatez, lo que ahora nos confirma Juan Barreiro es que los terrenos eran originalmente de Querétaro y que, antes de su venta, el joven Anaya, avisaba: “Se van a abrir estas tierras a la venta. ¿Te interesa?” Acto seguido, se procedía a cambiar el uso de suelo para acelerar su plusvalía. “Él pasaba la información de primera mano cuando se hacía la licitación”. El pago de favores vendría, inicialmente, otorgándole un crédito a Anaya a fin hacerse de sus propios lotes y construir una nave industrial para, después, revenderle la propiedad a los Barreiro a un valor muy superior. Negocio redondo.

Lejos de explicar y responder a tales revelaciones, Anaya lamenta ser víctima del faccioso gobierno de Peña Nieto. Lo importante no es la revelación, sino la grabación.

El hecho es que hoy Anaya goza del mayor fuero: la candidatura presidencial. Tras la torpeza cometida por la PGR (difundir el video de lo que ocurrió dentro de sus instalaciones cuando acudieron Anaya y Fernández de Cevallos), el ministerio público se ha cohibido de actuar, pues teme que el tribunal electoral le vuelva a jalar las orejas por “afectar la equidad en la contienda” electoral.

Remata Juan Barreiro: “y si queda este candidato, se nos abren las puertas pero para lo que queramos. [...] con eso nos vamos al cielo”.

Faltan unas cuantas semanas para el ocaso de Ricardo Anaya. En su ciega ambición por el poder, se enlodó, mintió y perdió. Y no sólo habrá perdido la presidencia, sino que habrá dejado en ruinas al otrora partido referente de la ética política. Afortunadamente, los mochos de los moches no llegaron para quedarse.


Senador de la República.

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