Se dice con insistencia que los datos constituyen la columna vertebral para transformar a la sociedad y fortalecer el desarrollo de la economía, la ciencia y la sociedad en su conjunto. Se promueve que quien carezca de datos está fuera del presente. Por eso no extraña que no solo las empresas estén poseídas por la fiebre dataísta del presente, ya que hay personas que llevan esa cuestión al extremo.

Un caso destacado es Chris Dancy (www.chrisdancy.com). Él parece haberse inspirado en las visiones más pesimistas del futuro laboral, de que las nuevas tecnologías harán polvo el trabajo a escala planetaria. Él considera que el futuro es incierto, por lo que decidió someterse como conejillo de indias y medir los efectos de las nuevas tecnologías en su organismo, pero también nutrirse de datos para estar plenamente competitivo y aceitado para los tiempos que corren .

Su inclinación por insertarse en su organismo diversas prótesis electrónicas nació de un artículo que leyó en Wired en 2007, que abordaba el tema del yo cuantificado (Quantified Self), que parte de la idea de incorporar múltiples herramientas de punta para medir los cambios que se dan en el cuerpo humano, que pueden servir para calibrar el rendimiento personal pero también para medir los efectos de diversos aspectos (ambientales y tecnológicos) en el mismo organismo.

Así que ni lerdo ni perezoso, Dancy sopesó la situación y se dijo que en vez de ser arrollado por el frenesí tecnológico se subiría a la ola tecnológica y le sacaría provecho. De esa manera se fue instalando a lo largo y ancho de su organismo, múltiples sensores que con el correr del tiempo llegaron a más de 700 y usó múltiples aplicaciones para convertirse en una base de datos viviente. Los sensores le permiten medir su sueño, frecuencia cardiaca, ritmo urinario, temperatura y un sinfín de aspectos. Asimismo, hizo de su hogar un entorno “inteligente”, la llenó de sensores, convirtiéndola en una extensión de su organismo con el fin de que pudiera responder y reaccionar a sus emociones y humores.

En 2013 el empeño de Dancy por estar a la vanguardia tuvo su recompensa y alcanzó la fama cuando Wired lo promocionó como “el hombre más conectado en la Tierra” (goo.gl/ExnRQW). Las empresas se volcaron a él para hacerle llegar sus artilugios y elevarlo a modelo de liderazgo dentro de las industrias de la tecnología y de asistencia sanitaria.

En ciertos momentos, destrozado por la incesante carga de prótesis de su organismo, se sintió extraviado como resultado de esa realidad automatizada que construyó de la mano de su desenfreno por personalizar su existencia. Incluso está claro de los peligros de la ultraconexión, de cómo esa situación puede llevar a perder el contacto con quienes le rodean. En su caso sus amigos empezaron a alejarse de él e incluso ahuyentó a sus mismos familiares con hambrienta actitud por llenarse de prótesis.

Dancy condensa en su humanidad una de las vías del futuro del cuerpo humano. De la tendencia de tribus humanas que están a medio camino entre el biopunk y el ciberpunk, de hacer de su cuerpo un organismo del futuro: una perfeccionada constelación de datos fluyendo continuamente, en donde el valor de la persona está determinado por su contribución al procesamiento de datos.

Hoy esa fiebre por los datos inunda todos los ámbitos de la vida diaria, hace del planeta, de sus habitantes y del mismo universo un flujo perenne de datos, estableciendo que el valor de los humanos se finca en su contribución dataísta. Una cuestión que se multiplicará en el devenir, con la aparición de nuevo hardware, de microdispositivos para insertarse en el organismo, de la integración de componentes y software que generen análisis y servicios a la carta, lo que dará pasó a estrategias alucinantes de marketing y de consumo personalizado.

Periodista y escritor especializado en cibercultura. @tulios41

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