Hay fechas importantes en el calendario de la construcción democrática mexicana: 1977, cuando se hizo una reforma política para incluir a la izquierda; 1988, cuando se fracturó el partido hegemónico y llegamos a un sistema de tres fuerzas políticas; 1996 con la reforma que logró la autonomía de la autoridad electoral; 1997, cuando se eligió a un gobierno de izquierda como primer jefe de Gobierno de la Ciudad de México; el año 2000 con la alternancia presidencial panista, y, sin duda, el 1º de julio de 2018, cuando la izquierda, con Andrés Manuel López Obrador, ganó la presidencia de la República. ¿Qué significa este triunfo? ¿Cuál es el mandato de las urnas?

La victoria de AMLO se anunció a lo largo de la campaña: siempre fue el puntero. Se puede subrayar la contundencia del triunfo con un conteo rápido que le dio más de 53% de los votos, un porcentaje no dado en toda la época de la transición democrática. La contundencia de esta ola morenista cubrió al país y le dará al nuevo gobierno una gran legitimidad. Esos millones de sufragios fueron para poner un alto al rumbo que lleva México, para marcar un cambio. El mandato de las urnas es para detener la violencia destructora, la impunidad y la corrupción, que impiden la justicia, la pobreza y la desigualdad.

Con la oportunidad para que la izquierda gobierne quizá podamos cerrar un ciclo pendiente. Este triunfo le hace justicia a muchas luchas y esfuerzos que por años empujaron cambios y resistieron. México entrará a una nueva etapa; tal vez sea el inicio de un nuevo ciclo para reconstruir la vida democrática del país. Se canceló la continuidad. Las dos oportunidades que tuvo el PAN (2000-2012) y el regreso del PRI en 2012 han terminado en un fracaso que deja a un país herido, roto. Hay un rechazo rotundo al PRI y al PAN.

Mientras en varios países de América Latina hubo cambios hacia gobiernos de izquierda, México seguía fiel la ortodoxia neoliberal; ahora que esos países han vuelto a girar a la derecha, nuestro país inicia un cambio histórico. La poderosa tecnocracia —que llegó a la mala en 1988— ha tenido una continuidad religiosa, pero hoy puede empezar a despedirse. La estrategia de apostar todo a la exportación con salarios bajos tendrá un contrapeso en el mercado interno y en una redistribución del ingreso.

La noche del triunfo, AMLO habló como futuro presidente y convocó a una reconciliación nacional. La clave del mensaje fue la inclusión mediante una amplia convocatoria para que nadie se quede fuera, desde los grupos empresariales hasta los pueblos indígenas. Es la invitación a un nuevo pacto nacional, pues sin pacto no hay proyecto posible. Ofreció garantizar las libertades como el motor para reconstruir una democracia que ha sido vulnerada y capturada. El reconocimiento de la derrota por parte de Meade y Anaya fueron una pieza muy importante para iniciar una vía de civilidad después de tantos días de polarización. En esos momentos se generó esperanza en México.

Como lo hizo Lula en Brasil cuando llegó a la presidencia, AMLO también lo hizo: dar seguridad al capital de que habrá una transición ordenada en donde se respetará la autonomía del Banco de México, la disciplina fiscal y financiera y los compromisos contraídos; que no habrá arbitrariedad ni confiscación de bienes. De la misma forma, anunció una recuperación del Estado para tener una representación incluyente de la ciudadanía.

El mandato de las urnas que dejó el 1º de julio prefigura una nueva mayoría en el Congreso, además de un triunfo morenista en la Ciudad de México y en cuatro gubernaturas (Morelos, Tabasco, Chiapas y Veracruz). Esta nueva historia apenas empieza y veremos muchos momentos de tensión para que se cumpla con el mandato de las urnas…

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